Desde un susurro divino
P. Fernando Pascual
12-9-2015
Dios habla de muchas maneras. Una puede pasar casi inadvertida, como si fuese un susurro suave y
discreto.
¿Cuándo ocurre eso? Cuando en lo íntimo de la conciencia escucho una voz tranquila y constante que
me invita a dejar comportamientos dañinos para escoger el camino del Evangelio.
Esa voz no amenaza, no interrumpe, no se impone. Aparece y desaparece como una señal amable,
como una invitación respetuosa.
De esta manera, Dios pone ante los ojos de mi alma un camino nuevo. Camino de esperanza, de fe, de
amor, de alegría. Camino de renuncia: Cristo lo pide todo, porque antes lo ha dado todo.
Un susurro divino ha llegado a mi existencia. Puedo seguir como si nada hubiera ocurrido, pero
también reconozco que Dios lo merece todo.
La invitación ha quedado sobre la mesa de mi corazón. Dios espera, sin prisas, con el anhelo de un
Padre que suplica la respuesta de uno de sus hijos.
Si me atrinchero en mis problemas, si me sumerjo en mis planes personales, si me excuso bajo el
escudo de mi personalidad, no se producirá el milagro. Dios llorará, en silencio, ante mi dureza y mi
apatía.
En cambio, si acojo ese susurro, hoy será el día del gran cambio. Acoger la invitación de Dios me
lanzará a un horizonte nuevo, me hará saltar hacia el misterio de la fe, me ayudará a romper con el
egoísmo, empezaré la aventura del amor.