Tener cultura religiosa para darla
Rebeca Reynaud
A una señora se le planteó tomar un curso sobre Novísimos. Preguntó:
- ¿Para qué…, si ya tengo esposo?
- Los novísimos no tratan del novio sino de lo que viene después de la muerte:
juicio, cielo, infierno, purgatorio.
Ella entonces aclaró:
- ¡Ah! Es que tengo una formación cristiana muy básica.
El Profeta Oseas decía lo que podemos decir hoy: “Se muere mi pueblo por falta de
doctrina”. Lo nuestro es sembrar con pasi￳n y sin cansancio. Cada generaci￳n
sostiene la historia en sus propias manos. Esta generación tiene toda la generación
futura en sus manos. El mundo está lleno de tecnología y hay poca fe. San Juan
Dice: Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (1 Jn 5,4). Estamos
entrando a una época de oscuridad sin precedentes. Siempre hay que
preguntarnos: ¿Qué tiene que ver esto con la Historia de la salvación?
Hemos de dar una catequesis profunda pues quien conoce las verdades de la fe en
profundidad tiene más facilidad para hacer oración. Ayer, hoy y siempre, la
ignorancia religiosa es el mayor enemigo de Dios. Entre más conocemos a Dios más
lo podemos amar y mientras más lo amamos más deseos tenemos de conocerlo y
hacerlo conocer.
En una conferencia a catequistas, el Cardenal Ratzinger, sintetizando, decía:
Evangelizar es enseñar el arte de vivir (...) La pobreza más profunda es la
incapacidad de alegría, e l tedio de la vida considerada absurda y contradictoria.
Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las
sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de
alegría supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la avaricia...,
todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta
una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no
funciona. Pero este arte no es objeto de la ciencia: sólo lo puede comunicar
quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona (10 de diciembre de 2000).
La gran catequesis comienza por nosotros mismos. Mistagogia es la “revelaci￳n de
misterios”. ¿Qué misterios? Los sacramentos. La definici￳n técnica de mistagogia es
“instrucci￳n postbautismal”, y se asumía que duraba de Pascua a Pentecostés. La
mistagogia venía después de haber recibido los sacramentos de iniciación, porque
solamente un cuerpo y una mente purificados podían contener los misterios. La
tierra y el cielo se encuentran en los Sacramentos. Esto no es una metáfora, es
algo profundamente real y verdadero. Los sacramentos representan misterios
divinos y verdades espirituales, que nuestros sentidos no pueden captar en su más
profunda realidad. La mistagogia es algo que todos necesitamos y que siempre
necesitamos, porque los misterios de Dios son inagotables. La mistagogía es
oración contemplativa de los signos que nos conducen a los misterios. Entrar a la
mistagogía es nada menos que permitir que Dios continúe enseñándonos (Cfr. Scott
Hahn, Mike Aquilina, Living the Misteries. A Guide to Unfinished Christians ).
Es difícil pues estamos tratando de enseñar realidades que no se ven, pero se
transparentan en los hombres y mujeres de fe. Dios nos da sobreabundantemente.
La falta de doctrina tiene una gran repercusión. Influye en el modo de tratarse uno
mismo y de tratar a los demás, en el trabajo profesional, en el modo de elaborar
leyes, en el noviazgo y en la vida matrimonial, en lo que se elige para entretenerse
y en el modo de divertirse. Hoy, la gente joven no se sabe divertir. No tienen
inventiva, sólo se les ocurre acudir al alcohol, a la droga o practicar deportes
extremos. Entonces, hay que ir más lejos en la formación de la inteligencia y en la
formación cultural para poder razonar con más conocimiento de causa. Pero para
eso hace falta que el alma quiera formarse.
Hace poco le leía a una persona mayor el Éxodo. Íbamos en que Dios le reveló su
nombre a Moisés y le dijo: “Yo soy el que soy”. La persona a la que le leía me dijo:
“No le quiso decir su nombre”. Le expliqué que su nombre era “el ser en plenitud, el
ser subsistente por sí mismo, el Ipsum esse subsistens ”. Él es el que es –el Gran Yo
Soy-, y yo soy la que no soy.
Conocer la Biblia es importante. Benedicto XVI dijo en un Angelus: “Si llevamos en
la mente y en el corazón la Palabra de Dios, si entra en nuestra vida, si tenemos
confianza en Dios, podemos rechazar todo tipo de enga￱os del Tentador”.
Jesús dedicó mucho tiempo a enseñar a los apóstoles porque su seguimiento
requería el conocimiento de su doctrina. ¿Y en dónde encuentro la Doctrina? Entre
otros lugares en la versión oficial del Catecismo de la Iglesia Católica.
Existe una constante histórica según la cual un sistema político en crisis multiplica
la producción legislativa y enmaraña las leyes, dice Vittorio Messori. Se multiplican
las palabras y las frases elaboradas, para no afrontar los problemas de fondo.
San Juan Pablo II nos dejó escrito: Los hombres de nuestro tiempo, quizás no
siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo “hablar” de Cristo,
sino en cierto modo hacérselos “ver” ( Novo Milenio Ineunte , n.16). Hay que reflejar
la luz de Cristo en cada época de la historia.
Cada uno es responsable de cómo alimenta su inteligencia. Hay que tratar de ser
un catecismo vivo, es decir, un resumen claro, y asequible, de la doctrina cristiana,
pues no basta saber cosas, hay vivir lo que se enseña. Los grandes catequizadores
han sido los santos. ¿Cómo? Enseñando lo que viven. La oración ante el Sagrario es
un modo de adelantar los tiempos. Vamos a poder comunicar el Amor en la medida
en que nuestro corazón se mueva dentro del Corazón de Jesucristo, por la vida de
oración y de penitencia. Con doctrina y con Amor, ¡qué buena luz
ofreceremos!, escribía don Álvaro del Portillo en una Carta.