DECIRLE ADIOS
Gracias a una ayuda recibida de los cristianos alemanes (Adveniat) ha
llegado el momento de decirle adiós.
Durante más de diez años ha sido parte de mi actividad.
Comencé contando con él allá en Montevideo.
Recorríamos juntos las calles de la parroquia.
Con él iba, desde la parroquia (km 16) a Villa García, Punta de Rieles y
Colonia Nicolich.
Muchas vueltas, muchas idas y venidas.
Me permitió vivir situaciones muy especiales e inolvidables.
Luego me acompañó en el venir a Mercedes y se quedó formando parte del
actuar.
Formó parte de mis recorridas por distintos lugares de la ciudad y aledaños.
Con él comenzamos las recorridas para la “mesa compartida”
Con él fuimos, en alguna oportunidad, a dar una mano en Dolores.
Últimamente me hacía saber su estar sintiendo el paso de los años.
Comenzaba a mostrarme que se estaba desgastando.
Debía ser muy necio para no darme cuenta que ya presentaba variados
signos de vejez.
Quizás no era tanto su vejez como su desgaste por tanto andar.
Pequeños detalles ya no respondían pero ello no me importaba puesto que
sabía de ellos.
Uno a uno podía enumerar esos pequeños detalles que ya no respondían.
Como le conocía sabía de tales limitaciones y trataba de obviarlas.
Sabía de sus sonidos y de aquellos, que por nuevos, podían despertar mi
atención.
Allí había mucha historia celebrada.
Recorridos diarios y actividades extras.
En oportunidades fue el espacio perfecto para confidencias o relatos
especiales.
Creo que bien puedo decir que era una parte de mí.
Muy difícilmente me desplazaba sin su compañía.
Muy difícilmente le dejaba en todas mis vueltas.
Sé que en varias oportunidades debí abandonarlo puesto que se negaba a
andar.
Últimamente sus pequeñas manías me hacían rezongarle un poco.
Ya las conocía y sabía lo que esperaba hiciese para continuar marchando.
No le cuidaba mucho sino que, bien podía decir, le tenía bastante
descuidado.
Todo en él estaba pleno de historias, situaciones y momentos que me
asaltaban en cualquier instante.
Ahora llegaba el momento de decirle adiós.
Sabía ese momento habría de llegar pero, al llegar, deseaba demorase un
poco más.
Su deterioro implicaba recurrir, cada vez con más frecuencia, a unos
cuidados que implicaban mucho.
La posibilidad de pretender quedarse a la vera de algún camino me
implicaba ir con él con tiempo de anticipación y mucho cuidado.
Pero, sin duda es mucho lo que le debo ya que ha sido mucho, muchísimo,
lo que me ha permitido.
El lunes, luego del medio día, debí dejarle y con él se iba un trozo de mi
historia.
Esa historia que se queda en mí pero él me ayudó a construir.
Si hiciese un listado de las muchas personas a las que acompañó me
asombraría de los muchos nombres que son.
Jamás podría poner los muchos nombres de los chicos del Oratorio que
acompañaba cuando, al fin de la actividad, los llevaba hasta sus casas.
El “rojito” ha cumplido su etapa.
Durante más de diez años me acompañó y ahora, pobre autito, ha llegado
el momento de decirle adiós.
Padre Martín Ponce de León S.D.B.