Se vale llorar
P. Adolfo Güémez, L.C.
ᆱLos chicos no lloran solo pueden soñar…los chicos no lloran tienen que pelear…ᄏ
La letra de esta canción lo dice todo: vivimos en una sociedad donde el llanto de los
hombres se ve mal, “porque hay que ser fuertes…”
Pero también el de las mujeres se juzga erróneamente, porque se suele pensar que son
exageraciones o puras explosiones hormonales.
El hecho está en que muchas veces no sabemos cómo aceptar y manejar una realidad tan
humana como las lágrimas.
Según algunos cálculos realizados en adultos, las mujeres lloran más de treinta veces al
año, mientras que los varones no llegan ni a seis.
Pero el llanto es una manera de comunicarnos, de poder expresar sentimientos, emociones o
situaciones que no se pueden comunicar solo con palabras.
De hecho, es el primer lenguaje que aprendemos, pues de niños llorábamos cuando
necesitábamos algo: comida, juego, cariño, medicinas…
Este sistema de comunicación tiene que ir tomando su lugar con el pasar de tiempo.
Aprender a controlarlo. Obviamente sería ridículo que un adulto llorara porque tiene
hambre. Como también lo sería que no llorara ante la muerte de un ser querido.
Es obvio, no puede ser la única manera de manifestar nuestras emociones. Porque eso sería
convertirnos en personas hipersensibles, susceptibles y exageradas.
Sin embargo, tampoco hay que ser tan estoicos que lo inhibamos por completo. ¡Eso no
está bien! Porque cuando el motivo corresponde a algo importante las lágrimas no sólo son
convenientes, sino que se vuelven necesarias: ante un sufrimiento moral muy grande, una
enfermedad muy dolorosa, el cierre de una etapa de nuestras vidas o, incluso, una alegría
intensa e inesperada.
A mí no deja de llamarme la atención que el mismo Jesucristo llorara ante la tumba de su
amigo Lázaro (cf. Jn 11, 35). Porque el motivo era muy doloroso: su amigo había muerto.
Y Jesús era tan ser humano como tú y como yo. Y cuando hay que llorar, ¡hay que llorar!
Claro que hay peligros.
Las lágrimas jamás deben ser utilizadas como medio para manipular a otros. Esto se da en
los niños, que las más de las veces tienen tomada la medida a los papás. Pero también en
los adultos, donde incluso inconscientemente, se apela a las lágrimas para generar
compasión.
Tampoco hay que permitir un llanto descontrolado: como cuando se llora de todo, o se tiene
un episodio intenso que no podemos manejar, sea por rabia, impotencia, tristeza, ira, etc.
Mis lágrimas son muy valiosas, por eso no las derramo ante el primer problema, pero no
tengo miedo de hacerlo cuando corresponde. Porque el llanto es sanador, si se vive
adecuadamente.
Me dirás que en tu casa te acostumbraron a no llorar, y ahora te cuesta mucho hacerlo. Y yo
te respondo que nunca es tarde para aprender algo. Si no sabes llorar, busca ayuda: de un
amigo, un director espiritual, un terapeuta. Porque sin lágrimas la vida se vuelve seca.
Asimismo, enseñemos a los niños a llorar. Permitirlo cuando el motivo sea justo, y
ayudarles a controlarse cuando no lo sea.
Termino recordando el proverbio irlandés: «Las lágrimas derramadas son amargas, pero
más amargas son las que no se derraman.»
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