Confiar en la Providencia de Dios
P. Fernando Pascual
13-8-2015
El mundo está lleno de emergencias: en la economía y en la política, en la familia y en la educación, en
el clima y en la agricultura. Emergencias y más emergencias, incluso en el propio hogar: no hay dinero
para llegar a final de mes, o ya no queda aceite en el coche...
Ante tantas emergencias, hay que ponerse a trabajar. No tiene sentido sentarse pasivamente ante lo que
ocurre, ni vivir en quejas amargas. Dios nos ha dado una mente para pensar y ver de frente los
problemas, y una voluntad para decidir: ¡manos a la obra!
Pero por más que nos lancemos frenéticamente a arreglar el mundo cercano o el mundo lejano, por más
que luchemos para frenar el calentamiento global o la corrupción local de los políticos, no podemos
olvidar una de las enseñanzas fundamentales de la Biblia: “Si el Señor no construye la casa, en vano se
afanan los constructores; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas” ( Sal 127,1).
Por eso, a la hora de afrontar tantos problemas, urgentes, dramáticos, necesitamos primero rezar para
analizarlos correctamente, para tener un corazón prudente y decidido, y para alcanzar la necesaria
fortaleza que nos permita romper miedos y ponernos a trabajar.
Luego, necesitamos recordar que los resultados no están en nuestras manos. Hay cosas que haremos
mejor, otras habrá que corregirlas de inmediato. Pero una mejora en el mundo, un avance del bien, sólo
será posible desde la acción de Dios.
Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo ya no piensan en la providencia divina. No creen que
Dios, realmente, está activo en el mundo y en la historia. En realidad, sólo tiene sentido el esfuerzo por
el bien y la justicia desde la esperanza, desde la certeza, de que Dios existe y actúa continuamente.
Dios es un Padre, y un Padre vela por sus hijos. Da la lluvia y el sol, protege y levanta. Cura y perdona.
Camina a nuestro lado. También cuando decidimos alejarnos y pecamos, sabe esperar y ofrece señales
para que volvamos a Él.
Sólo cuando nos dejemos abrazar por Dios y confiemos, descubriremos lo mucho que hizo en el
pasado y lo mucho que hace en el presente. Mejor aún: seremos capaces de reconocer que ya hizo lo
único importante: darnos a su Hijo, fundar su Iglesia, ofrecernos el Reino, abrirnos las puertas del
cielo.
Todo lo demás pasa. Solo el Amor queda. La providencia es el modo concreto con el que el Amor
interviene, a veces de modo sorprendente, en este mundo de hijos necesitados de una esperanza, una
misericordia y un consuelo que sólo puede venir de un Padre bueno y cariñoso.