iPhone 7
P. Adolfo Güémez, L.C.
- Ya quiero tener el iPhone 7.
- Pero si todavía no sale.
- Lo sé, pero me urge que salga.
- Pero si acabas de comprar el 6 Plus...
- Ya, pero el 7 traerá mejores características.
Reconozcámoslo de una vez: tú y yo somos consumistas. Así es la sociedad en la que nos
ha tocado vivir, y es muy difícil permanecer herméticos frente a su influencia.
Somos conscientes de que ninguna cosa material puede satisfacer nuestra existencia. Que
por más objetos o placeres que tengamos, no bastarán para darle sentido y gozo al corazón
humano. ¡Pero no nos sentimos capaces de renunciar a lo que el mercado nos ofrece!
Sabemos que este ritmo de consumo no puede ser bueno para nuestro planeta. ¡Nos lo
estamos acabando! Pero hemos crecido en un contexto de altísimo consumo y comodidad
que vuelve difícil el desarrollo de otros hábitos.
El Papa Francisco nos invita a una nueva educación que nos ayude a superarlo. E insiste en
recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el
solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios.
Esta educación ha de ser para todos los niveles.
Familiar: Enseñando y cultivando los primeros hábitos del amor y el cuidado de la vida. En
la familia se aprende a usar las cosas, a mantener la limpieza y el orden, así como a respetar
a todo ser vivo.
Social: Aprender, empezando por la propia casa, a generar leyes y normas que custodien el
ambiente y las relaciones de solidaridad, responsabilidad y compasión.
Moral: todos sabemos que para un cambio cultural no bastan las normas jurídicas. Ellas, a
la larga, no producirán por sí mismas el efecto deseado. Hace falta hacer que la mayor parte
de los miembros de la sociedad las acepte, a partir de motivaciones adecuadas, y que
reaccione desde una transformación personal.
Sólo desde del cultivo de sólidas virtudes es posible la donación de sí en un compromiso
ecológico.
Personal: la Laudato Si’ –que estamos comentado– sabe que esto no se puede quedar en lo
abstracto. Por eso nos da ejemplos muy concretos: abrigarse más en lugar de afectar al
ambiente con la calefacción, evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el
consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer,
tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo
vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias.
Claro que todo esto conlleva sacrificio, pero es una maravillosa oportunidad para mostrar lo
mejor del ser humano. «El hecho de reutilizar algo en lugar de desecharlo rápidamente, a
partir de profundas motivaciones, puede ser un acto de amor que exprese nuestra propia
dignidad.»
«Además, el desarrollo de estos comportamientos nos devuelve el sentimiento de la propia
dignidad, nos lleva a una mayor profundidad vital, nos permite experimentar que vale la
pena pasar por este mundo.»
Debemos pensar que esos esfuerzos van a ayudar a cambiar el mundo, porque él está hecho
de personas como tú y como yo. Y sólo si cambiamos nosotros, cambiará el mundo.
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