DEBEMOS APRENDER DE TÍ
¿No hubiese sido mucho más fácil que te reservaras ese derecho para ti?.
Para ayudarnos a crecer has querido que participáramos de esa responsabilidad.
No solamente ello sino que has querido “condicionar” tu perdón al nuestro.
¡Es tan difícil perdonar!
Perdonar es olvidar (según dicen) y......... siempre tenemos buena memoria.
Perdonar es no llevar cuentas pero........siempre conservamos las cicatrices de las
heridas recibidas o supuestamente recibidas.
Perdonar es dar una nueva oportunidad aunque........no nos gusta ser tomados por
ingenuos.
En nuestra relación con los demás siempre herimos y siempre somos heridos.
Es muy difícil no lastimar al otro casi tanto como no recibir algún roce.
Consciente o inconscientemente lastimamos o somos lastimados.
Pero, por lo general, siempre consideramos más importante el que se nos pida
perdón que el solicitarlo nosotros.
Con absoluta tranquilidad llevamos cuentas de las heridas recibidas sin tener
mucha contabilidad de las brindadas.
Puede, este comportamiento, ser perfectamente comprensible.
Sin duda las heridas que duelen son las que están en nuestra piel.
Pero todo se nos complica cuando miramos nuestra relación con vos.
Siempre te ofendemos pero.......... Tú nunca nos ofendes.
Tú, cuando nuestro corazón es sincero, siempre nos perdonas.
Por más grande que haya sido nuestra ofensa siempre te encontramos con el
talante dispuesto para el perdón.
Ello está muy lejos de ser lo que nos sucede a nosotros.
En oportunidades somos prontos para un perdón pero, generalmente, nos tomamos
nuestro tiempo para brindarlo y, no faltan las oportunidades, en que nunca
llegamos a olvidar completamente.
Siempre teniendo en cuenta esa experiencia subjetiva por la que nos sentimos
ofendidos.
Experiencia que muchas veces no coincide con la realidad puesto que nos sentimos
ofendidos por pequeñeces por más que no aceptemos como válidas nuestras
verdaderas ofensas.
¿Qué sucedería si Tú te ofendieses y actuases como nosotros ante cada una de
nuestras ofensas?
¿Qué sería de nosotros si Tú tuvieses nuestras mismas reacciones ante nuestras
ofensas?
¿Qué nos pasaría si Tú te cansases, como nosotros nos cansamos, de brindar
nuevas oportunidades?
No............mejor no pensar en esos supuestos.
Mil veces es preferible seguir gustando, trago a trago, tu infinita misericordia.
Sé que si Tú no nos hubieses dado la capacidad de perdonar, pese a lo mal que nos
deja reconocer nuestro error y lo incómodo que nos resulta pedir perdón, viviríamos
ofendiendo impunemente a cualquiera.
Si el perdón fuese únicamente tuyo, en lugar de ser mejores seríamos, en nuestra
relación con el otro, mucho más desprolijos de lo desprolijo que somos.
¿Será que nos creemos tan como Tú que siempre somos ofendidos y nunca los que
ofenden?
Lo real es que nos cuesta muchísimo pedir perdón por más que nos sepamos muy
necesitados del mismo.
Hemos perdido la noción de lo que ofende.
Nos pesa mucho nuestro orgullo.
Siempre estamos a la espera de que el otro tome la iniciativa.
Nuestro actuar está muy lejos de ser como el tuyo.
Tú te acercas al herido, lo reconfortas, lo curas, lo pones nuevamente en camino y
todo......... gratuitamente.
A nosotros no nos importa ir dejando heridos por el camino
Gastamos muchísimo esfuerzo en lamer nuestras heridas.
Nos agrada mucho más ser víctimas que victimarios.
¡Somos demasiado susceptibles!
¡Hasta lo que suponemos como intención del otro nos hiere, lastima y aleja!
Sin duda que tenemos mucho que aprender de vos con solo mirar nuestra
experiencia personal para contigo.
Padre Martín Ponce de León SDB