Apostar por otro estilo de vida
P. Adolfo Güémez, L.C.
Todos hemos sentido alguna vez el hastío de la vida. ¡Todos!
Con frecuencia nos quejamos del rumbo que toman nuestras circunstancias. Levantamos el
dedo señalando culpables. Cuando la verdad, la dirección que debe tomar no es hacia los
demás, sino hacia nosotros mismos.
No son los sistemas políticos o económicos los que deben cambiar en primer lugar, sino la
humanidad misma.
Sólo así podremos desarrollar nuevas convicciones, actitudes y formas de vida.
Quien afirma lo anterior es el mismo papa Francisco. Y así, doy comienzo a una serie de
artículos en los que estaré comentando el capítulo 6 de la encíclica Laudato Si’, titulado
«Educación y Espiritualidad Ecológica».
Primero quiero centrarme en el desafío que nos hace el Papa: apostar por otro estilo de
vida. Los textos entrecomillados son citas literales de la encíclica.
Aceptemos una realidad: vivimos en una sociedad en la que es fácil dejarse llevar por un
consumismo compulsivo. Es por eso que, de repente, nos podemos encontrar con una
vorágine de gastos y compras del todo innecesarias. Por no hablar de las deudas que vamos
acumulando.
Pensamos que el hecho de poder comprar “lo que queramos” nos hace libres, cuando
«quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder
económico y financiero», imponiéndonos un estilo de vida del todo superfluo.
Todo esto no es sino la manifestación de un profundo egoísmo. Y es que «mientras más
vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir».
Esto resulta obvio: la única manera de llenar el corazón es a través del amor, pero si
vivimos de una manera egoísta, entonces buscaremos llenarlo con cosas y más cosas, que
jamás lo satisfarán del todo.
Francisco nos hace una advertencia profética: de no cambiar este estilo consumista
compulsivo, podremos llegar a verdaderas «catástrofes derivadas de crisis sociales, porque
la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan
sostenerlo, sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca».
Pero los seres humanos somos capaces de mucho más. Y, de la mano de Dios, caminando
hombro a hombro con el prójimo, podemos sobreponernos, optar por el bien y superar todo
condicionamiento.
Dios ha puesto en nosotros una profunda sed de bien, verdad y belleza. Y esta necesidad
seguirá latente en el fondo de nuestros corazones, aunque lo queramos atiborrar de cosas.
Porque fuimos hechos para mucho más que este mundo.
Los momentos que estamos viviendo son una clara invitación a buscar un nuevo comienzo.
Urge hacer renacer la conciencia de nuestra responsabilidad frente al mundo y frente a las
nuevas generaciones.
Tenemos que despertar en nosotros la capacidad de salir hacia los otros. Porque sin esta
donación, sin esta entrega que busca el bien de la otra persona, «no se reconoce a las demás
criaturas en su propio valor, no interesa cuidar algo para los demás, no hay capacidad de
ponerse límites para evitar el sufrimiento o el deterioro de lo que nos rodea».
Dejemos de pensar sólo en nosotros mismos. Dejemos atrás el individualismo. Dejemos de
pensar que más vale el que más tiene.
Marquemos un hito en la historia, generando un estilo de vida alternativo que haga posible
un cambio importante en la sociedad.
No temamos analizarnos con honestidad, sacando a la luz el propio hastío. Iniciemos
caminos nuevos hacia la verdadera libertad. Una libertad que no dependa de las cosas que
tenemos. Sino del corazón que hayamos formado.
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