ALGO MÁS QUE PALABRAS
UN MUNDO DE CAMINANTES Y CAMINOS; DE PEREGRINOS CON ALMA
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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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La concepción del ser humano como un trotamundos es algo frecuente en todos los moradores de
las diversas culturas. Somos peregrinos en una tierra de nadie, conquistada por algunos para sí, pero que
no es suya. Europa misma se ha hallado alrededor de la memoria del apóstol gallego, en Santiago, a través
de las diversas rutas europeístas. En su tiempo, ya Goethe apuntó, que la conciencia de Europa había
nacido peregrinando. Personalmente, estoy convencido de que la peregrinación a Santiago de
Compostela, fue uno de los elementos que favorecieron la comprensión mutua entre seres humanos
venidos de todas partes, a una ciudad que destaca por ser un importante núcleo de caminantes y caminos,
junto con Jerusalén y Roma, al señalar la tradición de que allí se dio sepultura al citado predicador. No
olvidemos que la historia de la formación de las naciones europeas camina a la par y coincidente con la
penetración del culto. Lo mismo sucede en otros continentes, a pesar de las crisis espirituales, la
religiosidad del ser humano es tan fuerte que permanece unida a ese origen común. Sabemos como el
poeta y prosista español Machado, que el camino no está hecho, que lo tenemos que realizar cada cual
consigo mismo, porque evidentemente "se hace camino al andar". Además nadie puede realizar el camino
por nosotros; y es, en cada uno de nosotros, donde se halla la eternidad del mundo, el pasado y el
porvenir.
Ciertamente, nuestra existencia es un camino interior, que es el que nos otorga alegrías y
tristezas, como cualquier sendero de la faz de la tierra. Mientras por un lado, hay una ciudadanía que todo
lo derrocha, por mero afán de consumir, otra ciudadanía se muere en la desesperación de no tener nada
que llevarse a la boca. Cohabita, de este modo, una deshumanización total que a todos nos está volviendo
infelices. Omitimos que somos algo más que materia, que portamos una dimensión espiritual que nos
hace reencontrarnos en el camino como seres humanos; y es, precisamente, ese encuentro con la creación
y con el peregrinaje del alma en su conjunto, lo que nos hace descubrir el verdadero sentido de la vida.
Naturalmente, y aunque cada ser humano tiene que inventarse su propio camino, hemos de ser una gran
familia, donde todos los componentes se ayuden y se sostengan entre sí. Este es el gran objetivo de los
caminantes, que no van a ningún sitio y están en todas partes auxiliando; que no indican camino alguno y
frecuentan todos, con el único deseo de ser humildes para abrirse a los demás. Sin duda, tenemos que
dejar que cada ser se ingenie su específico camino, pero también hemos de estar a su mano, porque
individualmente somos frágiles y todos tenemos límites.
Por desgracia, en este mundo de caminantes y caminos; de peregrinos con alma, nada es lo que
parece. Junto a una galopante deshumanización, las divisiones son tan graves, que todo se ha
desnaturalizado y desmembrado. Por consiguiente, el ser humano tiene que retornar a los valores de su
innato espíritu, volver a ser la autenticidad del camino si en verdad quiere reencontrarse y entenderse
consigo y con los suyos, beber de sus orígenes, revivir aquellos valores que hicieron humana su historia y
engrandecieron a la especie. No perdamos más tiempo. El mundo es uno y único. Los caminantes y los
caminos diversos, pero no levantemos murallas de egoísmo, dejemos libremente fluir las almas con su
intelecto, porque tan necesario como desarrollar políticas eficaces contra el hambre, es también la
renovación espiritual y humana del mundo. No es cuestión de doctrinas tampoco, más bien que la gente se
halle, para que pueda reorientarse y, así, pueda distinguir lo fundamental de lo accesorio. Ya está bien de
dejarnos moldear por asuntos que nos aborregan y esclavizan, precisamos no tener miedo del silencio
para escucharnos, tampoco de la soledad para sentirnos en nuestra específica intimidad; y, lo que es más
significativo, tener tiempo para recrearnos en la bondad del camino. ¿Quién no ansía ser vía, por la que
todos pasen y convivan, y que luego recuerden?. Pensar que uno existe porque alguien te perpetúa,
pienso que esto es lo que realmente nos acrecienta como seres armónicos. Si Gandhi, dijo: "no hay
camino para la paz, la paz es el camino"; yo, también expreso, que la reflexión no es alimento, pero
alienta; sobre todo en un momento en el que cohabitan tantas guerras silenciosas que nos están
destruyendo totalmente.
Tan vital como verse libre de toda miseria es que el mundo tome conciencia de que somos
peregrinos con alma, que es aquello por lo que realmente cohabitamos, sentimos y maduramos. Por tanto,
la experiencia de la peregrinación es una manera de dar conciencia a un transitar de aquí para allá,
observando ese desequilibrio creciente, lo que llega a desencadenar un verdadero choque entre culturas.
Por otra parte, para madurar como personas hemos de huir de mesianismos prometedores, y reinventarnos
otras actitudes más hermanas con nuestros semejantes. Cuando la podredumbre alcanza el alma de las
cosas, hay que buscar otras luces que nos corrijan los fallos, carencias y errores, no en vano somos
animales itinerantes. El poeta León Felipe, decía al respecto: "ser en la vida romero, /romero sólo que
cruza siempre por caminos nuevos./ Ser en la vida romero,/ sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo./
Ser en la vida romero.... sólo romero". Quizás esta descomposición mundana precise más que nunca este
alcohol de romero, pues igual que Europa entera se ha encontrado en otro tiempo alrededor de la memoria
de Santiago, también ahora sea menester reanudar otro vivir, más en sentido profundo y compartido.
Lo que no podemos es quedarnos parados, somos caminantes, y como tales hemos de caminar
unidos para construir, cuando menos otro mundo más habitable, o lo que es lo mismo, un planeta pacífico,
sostenible y equitativo. Indudablemente, es hora de injertar en las almas esperanza y apoyo. Son muchos
los caminantes que son mártires, pues, no conocen otra vida que la del tormento. Esta es la realidad.
Desde luego, hemos de ser francos y reconocer que el mundo ha de asentarse mucho más en los valores
humanos. Está muy bien la letra, nos la conocemos todos, pero hay que ir a su espíritu para que se haga
esencia ese ánimo. Ante ello, esta es la hora de construir un nuevo planeta, con unos moradores fieles a
sus tradiciones, a su rico patrimonio espiritual del que forma parte cada civilización, para que sea faro de
caminantes y estímulo en el camino que todos llevamos consigo, sin obviar que la sensatez siempre es la
ruta hacia el amanecer; y, en cambio, la distracción, el trayecto hacia la anochecer. Al fin, que cada cual
opte por su calzada, sabiendo que permitir una injusticia significa abrir la arteria a todas las que siguen;
mientras quien volviendo a hacer el camino viejo, aprende el nuevo, puede considerarse un mentor.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
19 de julio de 2015.-