MARÍA SONRISA
Sin lugar a dudas que María es la máxima prolongación humana de la sonrisa de
Dios.
Dios sonríe siempre que su reinado se hace realidad entre los seres humanos.
Dios sonríe siempre que alguien es tratado como lo que es: una persona.
Dios sonríe cuando alguien no se queda en si mismo sino que se abre a los demás.
Dios sonríe desde nuestras cosas y en nuestras cosas.
Allí siempre está María humanizando a Dios.
Allí siempre está María llenando de Dios lo nuestro.
Por ello es que cuando Dios sonríe ella, también, lo hace.
Cuando María sonríe su rostro se llena de luz y su mirada nos cubre por completo.
Cuando María sonríe sus manos grandes se hacen cercanía y nos impregna de
estrellas.
Cuando María sonríe sus manos grandes y nudosas se desparraman en caricias.
Cuando María sonríe nos toma de la mano y nos conduce al encuentro con los
demás.
María disfruta cuando hacemos algo por y para los demás.
María goza cuando nos olvidamos de nosotros mismos para dar espacio a los demás
en nuestra vida.
María es actividad contemplativa.
María es tarea hecha oración.
María es oración convertida en compromiso.
Cuando en nuestro intento por ser útiles nos equivocamos ella estalla en risa y nos
invita a volver a intentarlo.
María jamás se aleja de nosotros por más que nosotros pretendamos alejarnos de
ella.
Al mirarnos nos permite disfrutar del blanco de su sonrisa que nos llena de coraje y
audacia para no conformarnos con lo logrado.
Siempre que intentamos una coherencia de vida hecha acciones ella más sonríe y
más aferra nuestra mano.
Jamás nos deja solos en nuestra realidad de vivir intentando vivir en cristiano.
Sus grandes esfuerzos fueron para ayudar a su primogénito a crecer con dignidad
pese a su pobreza.
Por ello entiende nuestros intentos pese a la pobreza de nuestros límites
personales.
Por ello sonríe ante cada uno de nuestros intentos que siempre son pequeños y
frágiles.
Cuando sonríe lo hace con todo su rostro.
Sus ojos se colman de chispas, su boca estalla en luces y su piel se pinta con el
color propio de la felicidad.
Sin duda que poder disfrutar de la sonrisa de María es una experiencia por demás
gratificante ya que es una forma de introducirnos en el misterio de amor de Dios.
Su sonrisa nos acerca a la sonrisa de Dios que constantemente nos ama y, por ello,
confía en nosotros.
Su sonrisa es sabernos involucrados en un proyecto que dignifica nuestra condición
de persona en cuanto capaces de dignificar a alguien más.
María no es una teoría ni un mito sino una realidad que se experimenta t ello
fortalece la fe.
María es amiga cercana con la que siempre podemos contar.
Es cercanía de Dios que nos rodea de su cercana ternura de madre.
María es sacramento de Dios pleno de calor y amistad.
Jamás podemos acercarnos a ella desde formalismos y rutinas.
A María nos acercamos desde la novedad de nuestra búsqueda y desde la
creatividad de nuestra respuesta de amor.
María es sonrisa que alienta, infunde coraje y acompaña nuestra audacia.
María es novedad porque es sonrisa que no se apaga.
Padre Martín Ponce de León SDB