El saber, ¿ganancia o peligro?
P. Fernando Pascual
4-7-2015
Un nuevo descubrimiento científico puede tener aplicaciones técnicas de mayor o menor
importancia. Que se implementen esas aplicaciones depende de su utilidad, de los medios
necesarios para llevarlas a la práctica, del dinero, y de las intenciones de los potenciales
usuarios.
Aquí radica una ineliminable ambigüedad antropológica: un ser humano puede usar cualquier
saber para el bien o para el mal, para ayudar o para herir, para promover la justicia o para
aumentar los daños de una guerra. En otras palabras, las aplicaciones de los saberes ayudarán o
perjudicarán según las intenciones, sumamente variables, de los humanos.
Es cierto que muchos saberes son prácticamente inofensivos porque no son fácilmente
aplicables. Incluso en esos casos, hay saberes que pueden dañar si se manipulan en debates
complejos donde con una frase se busca ensalzar o humillar a otros.
El saber abre a los seres humanos un número incontable de posibilidades. Muchas de las
aplicaciones positivas, tristemente, son aprovechadas por pocos, si es que no quedan abortadas
ante la indiferencia o el egoísmo de quienes podrían financiarlas. Otras, por desgracia, se ponen
en práctica en seguida desde lógicas de agresión, de injusticia, de ambiciones que dañarán a
miles de seres humanos.
¿No fue una conquista para la humanidad el diagnóstico prenatal? Y muchos lo usan para
eliminar a los “diversos”, a los débiles, a los enfermos. ¿No fue un saber celebrado por muchos
la llegada del plástico? Y ahora nos lamentamos por tantos males producidos por quienes lo
arrojan en lugares inadecuados.
La lista es casi interminable. Ante cada saber (también del pasado: todavía hay quienes usan el
conocimiento del hacha para dañar árboles milenarios o para asesinar a un inocente), sentimos la
necesidad de responder: ¿es una ganancia o un peligro? ¿Aumentará el bien entre los hombres o
provocará nuevas lágrimas en un mundo abrumado por mil dificultades?
La respuesta está en el interior de cada uno. Un corazón egoísta y agresivo puede llegar a
provocar grandes daños si cuenta con saberes potencialmente destructivos. Un corazón justo y
generoso será capaz de emplear cada nuevo conocimiento para promover y construir espacios de
convivencia, de acogida y de paz.