Lo que queda en el alma
P. Fernando Pascual
11-7-2015
Libros, músicas, películas, páginas de Internet, juegos, conversaciones... Cada actividad que
realizo deja una huella en mi alma.
En ocasiones sólo será una emoción, un sentimiento más o menos claro de que el mundo es
hermoso o de que vivo en un caos sin sentido.
Otras veces será una idea que madura y crece, que me inquieta o me alegra, que me encierra en
mí mismo o me lanza hacia fuera.
No hay actividades indiferentes, porque cada una deja su huella. Por eso es tan importante
detenerme un momento y preguntar: ¿qué queda en mi alma después de esta música, esta
lectura, este vídeo, esta conversación?
La pregunta tiene sentido si hay una opción de fondo: no quiero nada que dañe mi alma, y deseo
todo aquello que la abra a Dios, a los demás, al bien, a la justicia, a la belleza.
Cada día escojo lo que leo y lo que escucho, lo que miro y lo que hago. Cada elección fragua
algo de mí mismo, deja una huella en mi corazón.
Si tengo una voluntad enamorada de Dios y de los hermanos, sabré cortar todo aquello que me
arrastre hacia el pecado, y buscaré y escogeré aquello que me haga un poco más bueno, más
justo, más santo.