ALGO MÁS QUE PALABRAS
LA GRAN REFORMA QUE EL MUNDO PRECISA
ES MÁS DE VALORES QUE DE VALÍAS
============================
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
============================
La vida, que por otra parte es un permanente proyecto de reformas, hoy precisa más que nunca
reconsiderarse. De pronto, parece todo predispuesto para el cambio, y así es, pero hay que tener en cuenta el modo y
manera de llevarlo a cabo, así como las preferencias y los sujetos de esas renuevas. Ciertamente, el mundo lo
construimos entre todos y, entre todos, tenemos que activar aquellas transformaciones necesarias para seguir
compartiendo espacios, o sea, conviviendo. Para ello, uno tiene que cultivarse para sí, pero también tiene que dejarse
cautivar por los otros cultivos, tan necesarios como los propios. Esta es la gran reforma que el planeta hoy precisa,
crecer más con el espíritu para comprender que todas las manos son necesarias para desarrollarnos como personas.
Por desgracia, somos esclavos del poder, de las finanzas, de lo económico; y en vez de ser más
dominadores, tenemos que ser más servidores, más respetuosos con otras culturas, más considerados con los que
menos tienen. A propósito, recientemente una relatora especial de Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos
indígenas, Victoria Tauli-Corpuz, llamaba la atención al mundo, y sobre todo al gobierno de Belice, a garantizar el
respeto del pueblo maya a la no discriminación y a la propiedad tradicional. Desde luego, cuando se pierde la
consideración por el análogo, difícilmente vamos a poder avanzar hacia progreso alguno; puesto que el ser humano
degradado, pierde hasta su propio valor espiritual, convirtiéndose en un ser perverso, destructor, y voraz.
Indudablemente, el saber humano es imperfecto, deficiente, se precisa la fuerza moral para
complementarnos, sobre todo para implicarnos en el buen hacer de las cosas. Además, cualquier individuo no se
desarrolla por sí mismo, sino en relación con otros; de ahí, que uno más se crezca cuanto más se asciende en valores
humanos, en valores del propio espíritu. Una sociedad, materialmente desarrollada como un mercado, en continua
opresión de oferta y demanda, nos lleva al vacío permanente. Por consiguiente, se requieren de nuevos aires, es
verdad, para superar esta visión competitiva de mercado, para vislumbrar otros horizontes más compartidos, donde
cada uno se sienta verdaderamente responsable de su semejante. Esta es la auténtica solidaridad, la que nace de
nuestro interior y que no se congratula únicamente con dar lo que nos sobra, sino adquiriendo un verdadero
compromiso de auxilio permanente hacia aquel ciudadano más vulnerable.
Hace tiempo que la insolidaridad humana es manifiesta en el mundo, solo hay que ver los muros que
levantamos unos contra otros o las desigualdades que tejemos cada día unos en favor de otros. Precisamente las
bolsas de pobreza subsisten por esa falta de fraternidad y por el abuso de los dominadores, más dependientes del
egoísmo y del dios dinero, que de la asistencia a la voz de los que claman ayuda. Ante esta lamentable situación,
pienso que es hora de activar reformas que nos hagan más humanos. Lo vengo diciendo desde hace muchos años.
Sólo hay que ver que gran parte de los territorios del mundo atraviesan graves crisis humanitarias, y nadie los aborda.
La desesperación, la miseria, la denegación de dignidad, se ha convertido en algo que está ahí, y lo peor, es que el
otro mundo del bien/estar (dudo que algún día pueda ser del bien/ser) permanece pasivo, sin inmutarse, ajeno a los
tristes acontecimientos, viviendo tan solo para sí mismo.
Sería saludable, pues, que cada uno de nosotros respondiéramos con menos indiferencia y más coraje
interior; pero, claro, para ello hemos de convencernos, cada cual consigo, que la humanidad de la que formamos parte
es una familia y, cómo tal, también todo nos afecta. Todo lo contrario a lo que venimos observando. Ya ven, lo
complicado que es llegar a acuerdos entre naciones, quizás porque escasea entre los ciudadanos esa pedagogía
espiritual de donación total, gratuita e incondicional por principio natural. Verdaderamente, estamos todos llamados a
vivir en el mundo, pero no del mundo, con lo que esto conlleva de privilegio para algunos y de desventaja para otros.
Y, de igual modo, hemos de estar todos también en guardia ante una voz que pide clemencia para que deje de pedirla.
Cualquiera de nosotros podríamos ser los demandantes de compasión.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
8 de julio de 2015