¿Cuándo desvirtuamos la cruz de Cristo?
P. Fernando Pascual
6-6-2015
San Pablo advirtió fuertemente sobre el peligro de desvirtuar la cruz de Cristo, de vivir como enemigos
de la Redención que se hizo concreta en el Calvario (cf. 1Cor 1,17; Flp 3,18-19). ¿Cuándo
desvirtuamos la cruz de Cristo?
La cruz de Cristo se desvirtúa si olvidamos el centro del mensaje cristiano, el amor misericordioso y
salvador de Dios, y buscamos sucedáneos en la sabiduría del mundo, en la técnica, en los estudios
científicos, en los medios materiales.
Desvirtuamos la cruz de Cristo si no pensamos ni hablamos del pecado, ni de la conversión, ni de la
gracia, ni de las bienaventuranzas, ni de los sacramentos, ni de la Iglesia.
Desvirtuamos la cruz de Cristo si, por miedo al mundo, nos acomodamos a su mentalidad y usamos un
vocabulario tibio, vacío de contenidos, que oscurece las maravillas de la acción de Dios en la historia
humana.
Desvirtuamos la cruz de Cristo si denunciamos sólo aquello que ya denuncian los dueños de la cultura
moderna, mientras guardamos un silencio cómplice ante pecados e injusticias sumamente graves, como
las que se cometen con la trivialización de la sexualidad, con el aborto, con el desprecio al matrimonio.
Desvirtuamos la cruz de Cristo si promovemos un falso ecumenismo, que deja de lado la verdad
revelada, que no se alimenta de la fe, tal y como está expresada en la Palabra de Dios a través de la
Escritura y de la Tradición, y como es tutelada por el Magisterio de la Iglesia católica.
Desvirtuamos la cruz de Cristo si tenemos vergüenza de rezar en público para no “incomodar” a los
demás, si ocultamos nuestra condición de católicos para camuflarnos entre familiares, amigos,
compañeros de trabajo.
Desvirtuamos la cruz de Cristo si aceptamos entre los católicos el espíritu maligno de las
murmuraciones, las envidias, los golpes bajos, el desprecio a otros porque pertenecen o no pertenecen a
tal o cual grupo eclesial.
Desvirtuamos la cruz de Cristo si vivimos apegados al dinero, si damos el primado a los bienes
materiales, si nos interesa más el progreso tecnológico que el estudio de la Biblia.
Desvirtuamos la cruz de Cristo si olvidamos la invitación a rezar continuamente, a vigilar para no caer
en la tentación, a invocar y acoger el perdón a través del sacramento de la Penitencia.
Desvirtuamos la cruz de Cristo si no confiamos en la Providencia del Padre, si acudimos a horóscopos,
a la magia o a otros métodos que buscan “controlar” un futuro que no nos pertenece.
Desvirtuamos la cruz de Cristo, en definitiva, cuando vivimos, pensamos, sentimos como si las
enseñanzas del Maestro no fuesen importantes, mientras recurrimos a lecturas y a técnicas de
autoestima, autorrealización, autosatisfacción, autocontrol, y otras parecidas en la galaxia New Age,
para lograr la “salvación” por nosotros mismos.
El verdadero creyente no vacía de su fuerza esa cruz que salva, que lava, que abre el cielo. Desde la
asistencia del Espíritu Santo, tiene certezas inamovibles: sólo hay un Salvador: Jesucristo. Sólo hay
una Iglesia verdadera: la católica. Sólo hay un medio para seguir al Maestro: negarnos y tomar la
propia cruz cada día... (cf. Mc 8,34).