EL PALOMO RENGO
Me llamaba la atención aquel palomo.
Constantemente estaba haciendo alarde de su presencia y sus colores.
Sus colores no eran muy distintos que muchos pero estaba permanentemente
exhibiéndolos.
Por el hecho de estar siempre con las plumas de su pecho encrespadas parecía de
un tamaño mayor que el de muchos.
Celoso cuidador de su territorio no permitía a ningún otro palomo posarse en ese
lugar.
Cuando no estaba cortejando a su palomo estaba cuidando la postura que ella
realizaba.
Muy pocas veces le podía ver mezclado con el resto de las palomas.
Por alguna razón alardeaba distante del grupo.
Me llamaba la atención aquel palomo.
Un día, mirándolo con detenimiento, pude observar que una de sus patas carecía de
dedos.
Allí, antes de donde debían encontrarse sus dedos había una pequeña callosidad.
Su pata terminaba en un muñón.
Desde esa observación comencé a observar su andar y el mismo tenía un pequeño
bamboleo producto de su cojera.
Disimulaba su defecto con su porte altanero.
Disimulaba su defecto con sus alardes.
Desde ese día, cuando descubrí su cojera, intento buscarle entre el resto.
Generalmente se mantiene a distancia aún cuando se acerca a comer.
Tal vez no pueda competir con los otros palomos en algún aspecto de su vida.
Quizás su defecto le hace conservar distancia con el resto.
Él posee su espacio y lo conserva desde la distancia.
La realidad de este palomo me hizo pensar en la realidad de algunas personas que
conozco.
Por alguna razón se saben en inferioridad para con respecto a otros.
Por cortedad, por terquedad o por falta de apertura mental.
Pero, sin duda, poseen su mundo de intereses y temas.
Allí alardean y no permiten la presencia de otros.
Allí hacen ostentación de conocimientos y capacidad.
No comparten su mundo con otros puesto que temen se descubra su limitación.
No son personas con capacidades diferentes sino que son intelectualmente
diferentes porque se han encerrado en su mundo.
Un mundo que se vuelve más y más pequeño ya que la vida siempre está
presentando posibilidades que exigen más y más apertura.
Esas realidades que han hecho suyas las defienden y se aferran a ellas con todas
sus posibilidades.
Son seres que están lejos de intercambiar conceptos aunque siempre están
dispuestos a dar cátedra de los temas que son su mundo.
Son seres que necesitan alardear de conocimientos y nunca están dispuestos a
compartir conocimientos diferentes a los suyos.
Son seres que están cuidando su espacio puesto que allí se saben seguros y
cómodos.
Pero, debo ser sincero, mil veces prefiero observar al palomo rengo.
Lo suyo me resulta mucho más comprensible y aceptable.
Lo suyo me resulta plenamente lógico.
En su mundo hay competencia y en el nuestro debe haber convivencia.
En su mundo hay subsistencia y en el nuestro debe haber colaboración.
En su mundo hay sobrevivencia y en nuestro debe haber realización.
Mientras tanto sigo observando al palomo rengo con sus alardes y su aparentar.
Padre Martín Ponce de León SDB