Golpe tras golpe, con esperanza
P. Fernando Pascual
16-5-2015
Hay hechos y noticias que aturden y entristecen. Una enfermedad que inicia, una calumnia que
corre por ahí, una injusticia que nos priva de algo, un abandono de quien pensábamos era amigo,
un extraño sentido de soledad cuando se necesitaba ayuda y comprensión...
Son momentos difíciles, al ver lo mucho que dura un problema, o ante el acumularse, golpe tras
golpe, de hechos que nos oprimen y nos preocupan. Son momentos en los que esperamos, más
que nunca, una mano amiga.
Cuando tantas puertas se cierran, cuando el horizonte parece gris, cuando no sabemos a quién
acudir por el miedo a una nueva respuesta negativa, siempre podemos mirar hacia arriba y hacia
dentro, y descubrir que existe un Padre bueno que nos ama.
Es cierto que los consuelos humanos y las ayudas oportunas producen una sensación profunda
de alivio. Pero en otras ocasiones sólo la confianza en la acción de Dios puede sanar heridas que
siguen abiertas durante semanas, meses o incluso años.
Cuando permitimos que Dios actúe, cuando tenemos la certeza de que Cristo, muerto en la cruz,
ha resucitado y está vivo, entonces recibimos una fuerza indestructible. Hacemos nuestras las
palabras de san Pablo: vivimos “atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no
desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados” ( 2Co 4,8-9).
En medio de las mil pruebas de la vida, tenemos esperanza. Desde la ayuda divina, volvemos a
la lucha cotidiana. Tenemos al mejor Amigo a nuestro lado. Diremos, serena y confiadamente,
que todo lo podemos en Aquel que nos conforta (cf. Flp 4,13).