EN EL HORIZONTE
Con el paso de los años el horizonte de la vida, parecería, comienza a
acercarse.
Con la cercanía del horizonte todo adquiere una dimensión distinta.
Pequeñas cosas se vuelven importantes.
Realidades importantes se transforman en secundarias.
Mirando cercano el horizonte es cuando uno se pregunta sobre el sentido de
su vida y lo que ha realizado durante ella.
No es un tiempo para grandes cambios.
Es un tiempo para disfrutar, recordar y brindar.
El tiempo acumulado permite saber ver lo esencial y poder disfrutar de ello.
Ya se ha perdido la prisa que agitaba el tiempo y nada puede hacer perder
el poder disfrutar de esas pequeñas cosas que antes apenas ocupaban el
tiempo.
Antes se debía cumplir y ahora es tiempo de disfrutar.
No había mucho tiempo para gastar en una conversación.
Ahora abunda el tiempo para disfrutar en un conversar sin prisa.
No importa que las anécdotas se reiteren.
No importa que los nombres, los lugares o las fechas puedan olvidarse. Lo
que importa es ese poder estar junto al otro para compartir.
Un recuerdo despierta otro recuerdo y así se va adquiriendo más y más
material para compartir y ya no importa dejar que otro se adentre a lo que
no es.
La vida ha dejado un cúmulo de experiencias que no son otra cosa que esa
riqueza que uno ha adquirido para brindar y legar.
Ya no son posibles muchas cosas de antes pero ello no es razón para bajar
los brazos o quedar de brazos cruzados.
Mirarse al espejo es descubrir que uno ha cambiado y mucho.
Es desde esa realidad nueva que uno continúa siendo útil y valioso para el
hoy.
Ya no se es útil como se fue ayer y ello implica aprender a descubrirse,
también ahora, pleno de utilidad y riqueza.
Siempre se posee un algo para brindar aunque más no sea la experiencia de
lo que se ha podido vivir.
Cuando el horizonte se acerca uno ve en su real dimensión la realidad y
otorga el justo valor a situaciones de vida.
Es un tiempo donde hay mucho tiempo para estar con uno mismo.
Ello no implica sea un tiempo de soledad.
Estar solo es esa realidad que pueden experimentar aquellos que no saben
estar con ellos mismos, que no pueden aceptarse mirando como cercano el
horizonte.
La soledad no es, tan sólo, una realidad física sino, fundamentalmente, una
realidad interior.
Conversar de aparentes trivialidades nunca es una pérdida de tiempo sino
que es la oportunidad de dejar a otro adentrar a su interior.
Por ello es bueno y necesario ese espacio que favorezca y permita los
encuentros.
Esa historia que despierta una sonrisa puede ser contada en diversas
oportunidades ya que lo importante no es la historia en sí sino esa sonrisa
que se despierta.
Lo importante no es la historia en sí sino el hecho de permitir a alguien
saberse escuchado con atención.
Mientras tanto, aunque no se pueda percibir, Jesús se hace cercana
presencia.
Es ese ser que continúa sintiendo la necesidad de ser escuchado.
Es ese ser que comparte, una y más veces, la experiencia de lo que ha
vivido.
Es ese ser que reitera sus historias para que uno se adentre a Él.
Es ese ser que posee todo el tiempo para escucharnos, disfrutarnos y
acompañarnos.
Cuando el horizonte se ve como más cercano todo se vive distinto y cada
instante se transforma en más disfrutable.
Padre Martín Ponce de León SDB