La vida es un maratón
P. Adolfo Güémez, L.C.
Un muy querido amigo tuvo la oportunidad de correr un maratón hace unos meses. Sin
duda una vivencia única, por lo que conlleva de satisfacción personal, de dominio, de
preparación.
Esta experiencia me llevó a pensar que nuestra vida se asemeja mucho a un maratón.
· En primer lugar, porque el maratón, como la misma existencia, es una carrera de aguante,
no de velocidad.
En él hay momentos de alegría, donde sentimos que todo es demasiado fácil, que
llegaremos a la meta con total seguridad; pero también hay otros empinados, donde
el cuerpo parece que ya no da más. En unos y en otros, hemos de continuar.
Nuestra propia historia nos ha llevado a tomar decisiones en las que hay que
perseverar, aunque a veces parezca que ya no podemos más. Porque la vida también
es una carrera de resistencia, no de velocidad.
· Pero hay que recordar algo importante: un maratón no se corre sólo por el aguante que
conlleva, sino para llegar a una meta. Y cada paso que doy tiene sentido, sólo si me acerca
a esa meta que quiero alcanzar.
Una vida, vivida simplemente para que pasen los años, no tiene sentido. Ha de tener
una meta clara, hacia la cual dirigir todos los esfuerzos.
Por eso las actividades, cuando son sólo para evadir la realidad, no nos llenan. Al
contrario, nos van vaciando poco a poco.
Y la meta no es muy difícil de visualizar: es llegar al cielo, al abrazo eterno y
cariñoso con Jesús.
Así que no importan los años que vivamos, sean más o menos. No importa tampoco
si realizamos una cosa u otra. Lo que importa es que cada momento vivido, aún el
más insignificante, nos acerque cada día más a Él.
· Pero ojo, en un maratón se corren muchos metros, y sin embargo cada uno es distinto. Por
eso hay que dar cada paso como si fuera el único, disfrutándolo, aunque a veces se trate de
avanzar cuesta arriba.
Para ello es muy recomendable no pensar demasiado en lo que viene, sino vivir el
presente, afrontando los retos que traiga, sean los que sean.
Ya lo dice Jesús en el Evangelio de san Mateo: «No se preocupen por el día de
mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus
propios problemas.»
Basta ya de vivir angustiados por el futuro, porque eso nos está robando el presente.
No quieras alcanzar a Cristo de una vez por todas, mejor alcánzalo sólo hoy. Y así
cada día.
· Pero además la vida, a diferencia de los maratones, es una carrera de obstáculos. Porque la
ruta que a veces tenemos que seguir no siempre es en terreno liso.
Creo que uno de los obstáculos más graves es ese deseo insano que tenemos de
agradar a los demás, de no “desentonar”. Pero en un maratón no podemos correr
para complacer a otros, corremos para llegar a la meta.
· Y por último, todo buen maratonista sabe que no puede llegar solo al final. Necesita el
apoyo de los demás.
No, en una carrera como la vida, no se puede vencer solo. Nuestro primer apoyo es
Dios, que siempre está presente para levantarnos cuando nos caemos, o para
animarnos cuando desfallecemos. Pero también contamos con los amigos, el
cónyuge, los sacerdotes, la familia…
La vida, pues, se me asemeja mucho a un maratón. Sigamos corriéndolo, convencidos de
que llegaremos a la meta si no nos soltamos de la mano de Aquél que nos espera.
www.padreadolfo.com