NUESTRO LUGAR EN EL MUNDO
No hace mucho una persona me decía de la necesidad de encontrar su lugar
en el mundo.
Nadie podrá ayudarle.
Nadie podrá encontrar ese lugar por ella.
Cada uno, a fuerza de golpes, estamos llamados a encontrar su lugar en el
mundo.
No podemos pretender encontrar un lugar de marquesinas o grandes
titulares.
Nuestro lugar será siempre colmado de pequeñas cosas.
Nuestro lugar será siempre de realidades cotidianas y de seres comunes.
Nuestro lugar en el mundo será ese que nos construimos desde sueños,
capacidades y compromisos.
Nuestro lugar en el mundo será ese que logramos desde el hacer posibles
nuestros sueños.
Nuestro lugar en el mundo no es un algo que descubrimos está allí sino que
es un algo que construimos desde nosotros mismos.
Nunca habrá de ser un lugar perfecto sino que ha de ser un lugar en
constante construcción.
Siempre tendrá espacio para un sueño nuevo.
Siempre tendrá capacidad para nuevas situaciones.
Siempre poseerá contenidos para el aprendizaje.
Siempre habrá de guardar lugar para nuevos compromisos.
Nuestro lugar en el mundo no es un espacio ya establecido e inmodificable.
Posee espacio para las sonrisas y las lágrimas.
Allí se dan, casi en simultáneo, los logros y las tareas por realizar.
Allí estarán los rostros de los seres que queremos y los de aquellos que
resultan difíciles de aceptar.
La luz y la sombra van de la mano de manera inseparable.
Nuestro lugar en el mundo es un algo que se va construyendo día a día.
Para esa construcción necesitamos partir de la certeza de que somos lo
suficientemente valiosos como para merecer un espacio en el mundo.
Necesario se nos hace asumir que somos únicos y, por lo tanto, necesarios
en este nuestro mundo de hoy.
Es allí donde encontramos el punto de partida para construir nuestro lugar.
Un lugar que nadie nos lo regalará.
Un lugar que nadie podrá arrebatarnos ya que es una realidad establecida
en nuestro interior.
Ese interior que está fortalecido por esas riquezas interiores que se hacen
necesarios descubrir.
No podemos mirar nuestro interior como si no tuviese realidades positivas.
Ninguno de nosotros somos producto de un día en que Dios estaba de
vacaciones.
Solemos no ver nuestras realidades positivas porque nos detenemos en
esas negatividades que forman parte de cada uno.
Solemos no ver nuestras realidades como positivas porque nos comparamos
con otros seres que pueden aventajarnos.
Miremos nuestro interior con honestidad y coraje.
Descubriremos nuestras positividades y desde allí debemos comenzar a
construir ese nuestro lugar.
No podemos limitarnos a esperar. Debemos dar pasos que nos conduzcan a
la realización de nuestros sueños.
Debemos animarnos a enfrentar situaciones que pueden resultarnos
adversas.
Nuestro lugar está en nosotros mismos y debemos realizar todo lo que está
a nuestro alcance para construirlo y así nos realicemos.
Padre Martín Ponce de León SDB