VOLVIÓ LA LUZ
Deambulaban por entre las ruinas.
Deambulaban sin saber qué hacer.
Sus vidas están envueltas en desolación y dolor.
Por aquel lugar había estado su casa.
Suponen, entre tanto escombro, era por allí su casa.
Suponen, entre tanto escombro, esos son sus escombros.
Donde era su hogar se levanta un montículo de escombros.
Sienten que lo que ven es lo que viven.
Luego del terremoto se han transformado en un montículo caminante de
escombros.
Su destrucción interior no hace referencia a las cosas que han perdido.
Casi todo el pueblo lo ha perdido todo.
Casi todo el pueblo está acostumbrado a vivir con muy poco.
Un algo más de pobreza no les afecta mucho.
Pero ellos son un montón caminante de escombros.
La pequeña Awal Awal, de tan sólo cuatro meses, ha quedado sepultada por
los escombros.
Ella era la luz para sus vidas y, ahora, esa luz está oculta por nubes de
polvo.
Era el sol que brillaba para ellos, ahora, el sol se ha quedado oculto por
trozos de paredes.
Los soldados han estado buscando y han abandonado su intento de
encontrar algo.
Ellos deambulan entre las ruinas.
Los soldados, abocados a las tareas de algún rescate imposible pasan junto
a ellos.
Van avanzando en silencio.
Se han quedado, producto del cansancio, sin palabras para decir.
Repentinamente uno de ellos solicita se detengan.
Ya han buscado, infructuosamente, en ese lugar.
Todos vuelven sobre sus pocos pasos.
Se abren en abanico mientras escuchan en silencio.
Lo que uno de ellos creyó escuchar vuelve a hacerse realidad.
Allí, por entre los escombros, asciende un sonido apenas audible.
Es un pequeño maullido humano que se alza frágil y débil.
Como si alguien hubiese dado una orden que no era necesaria comienzan a
retirar, cuidadosamente, los escombros.
No saben lo que han de encontrar.
Solamente saben que deben retirar restos de edificación con mucho
cuidado.
El polvo comienza, nuevamente, a levantarse.
Ya no deambulan por entre las ruinas sino que se han detenido a observar.
Tratan de acercarse a colaborar pero se les solicita no interferir en la tarea.
Explican quienes son pero no logran se les permita participar.
Desde la distancia observan y escuchan.
El trabajo se hace en silencio pretendiendo escuchar, nuevamente, aquel
frágil maullido humano.
Repentinamente alguien grita estar viendo a alguien.
Las voces se alzan liberando la tensión y solicitando cuidados extremos.
Poco a poco el campo de visión se hace más amplio.
Un soldado se estira lo más posible hasta que sus manos pueden llegar
hasta donde se encuentra aquel bebé.
Con gran cuidado la toma y comienza a elevarla. El pequeño manojo de
ropa, polvo y cuerpo se agita asustado y vuelve a irrumpir en llanto.
Logran sacar a aquella personita y todos estallan en gritos de gozo y
aplausos.
Es una buena noticia entre tanta tragedia. El milagro de la esperanza ha
regresado.
Aquella pareja ya no puede ver nada más. Volvió la luz y se encuentran
encandilados por ella.
Padre Martín Ponce de León. S.D.B