Salir de lo pequeño, respirar en grande
P. Fernando Pascual
25-4-2015
Hay aficiones que pueden convertirse en obsesivas. Coleccionar sellos, aprender programas
electrónicos, participar en un chat, compartir fotos en redes sociales, leer novelas...
Existe el peligro de quedar encerrados en lo pequeño, en aislarnos en un mundo de intereses y de
actividades que nos ahogan. Eso ocurre cuando algo nos absorbe tanto que perdemos de vista lo
esencial.
La vida humana no está hecha ni para jugar, ni para leer, ni para caminar, ni para escuchar música, ni
para ordenar ficheros de papel o de archivos digitales. La vida humana necesita respirar en grande,
tiene sentido si “sirve” para acoger y dar amor.
En un mundo de pequeñeces, de intereses excesivos por cosas triviales, algunas incluso ridículas, hace
falta aire fresco. No podemos vivir agobiados por los chismes de cada día. No podemos sucumbir a
preocupaciones que nos impiden volar hacia horizontes magníficos.
Cada uno de nosotros necesita salir de lo pequeño y buscar aquello que da sentido a la vida, en el
tiempo y en lo eterno. Para ello, basta poco: abrir el corazón a Dios, escuchar su Evangelio, acoger a
los hermanos.
¿Así de sencillo? ¿No parece imposible en un mundo como el nuestro? Desde luego, resulta difícil si
nuestro corazón está ya encadenado. Pero Cristo puede romper cadenas, dar fuerzas a los cojos, abrir
los oídos a los sordos, devolver la vista a los ciegos.
De modo más radical, Cristo puede sacarme del pecado, acogerme con su misericordia e introducirme
en el mundo del amor auténtico. Entonces empiezo a respirar plenamente.
Un aire fresco llegará a mi corazón y me lanzará a temas importantes: justicia, misericordia, renuncia,
humildad, cielo, familia, servicio, fe, esperanza, caridad...