Procesos y metas
P. Fernando Pascual
18-4-2015
El mundo físico vive entre procesos. Cambios y más cambios se suceden. El tiempo permite
encuadrarlos. Nada puede ser detenido: cada etapa depende de la que precede y avanza hacia la que
vendrá.
Hay procesos orientados a metas. El proceso reproductivo se orienta a la concepción. La concepción, al
desarrollo. El desarrollo, a la edad adulta.
Todo proceso de cada ser vivo termina con un evento decisivo: la muerte. Con ella, los elementos que
formaban el cuerpo de una planta o de un animal pasarán a integrarse en nuevas realidades, quizá en
otros vivientes, quizá simplemente como materia inorgánica.
El ser humano, en su vida temporal, también está sometido a la ley de los procesos. En su cuerpo, con
cambios continuos, a veces imprevistos. En su alma, con esa apertura continua hacia nuevos saberes y
hacia opciones libres de la propia voluntad.
¿Hacia dónde se dirige cada ser humano? ¿Hay una meta que dé sentido a todo el proceso? ¿Somos
simplemente una etapa en la gran cadena de la vida o brilla en cada mujer y en cada hombre un espíritu
que sobrevive más allá de la muerte? ¿Existe un Dios que dé sentido a toda la historia, que recoja los
procesos buenos y corrija las injusticias?
Son preguntas ineludibles. De las respuestas dadas depende el modo de valorar los hechos y surgen las
decisiones que dirigen nuestros pasos sucesivos.
Entre preguntas y misterios, brilla en nuestros corazones un deseo de verdad, de bien, de justicia, de
belleza. Si el caos es la ley del universo, no hay espacio a la esperanza. En cambio, si existe un Dios
atento a cada existencia humana, es posible reconocer una meta maravillosa para todo proceso bueno:
un cielo eterno.