HOMBRES NUEVOS
Muchas veces, en este tiempo, se dice o se escucha la expresión “hombres
nuevos”
A lo largo de la Cuaresma nos vamos preparando para irrumpir, en la
Pascua, como “hombres nuevos”.
Bien se puede unir “Pascua” con “hombres nuevos”.
¿De qué hablamos cuando decimos tal cosa?
¿De un ser distinto?
¿De un ser que ha dejado atrás algo?
¿De un ser que es “nuevo en qué sentido?
Nosotros somos lo que somos.
Somos producto de la acción de Dios.
Somos resultado del aporte genético de nuestros padres.
Estamos llamados a ser auténticos.
Estamos llamados a vivir nuestra originalidad.
Estamos desafiados a vivir en coherencia con nuestra realidad.
¿En qué sentido “hombres nuevos”?
Somos, siempre, esa mezcla de virtudes y defectos que hace que seamos lo
que somos.
Por más que lo intentemos virtudes y defectos nos acompañarán siempre ya
que son “nosotros”.
Estamos invitados a ser mejores y ello no es una invitación a destruir
nuestros defectos.
Ser mejores es potenciar nuestras virtudes y menguar nuestros defectos
pero sabiendo que ambos siempre estarán en nuestra realidad.
No podemos hacer de nuestra vida una “lucha” interior con nuestros
defectos ya que los mismos son parte constitutiva del “nosotros”.
Nuestro crecimiento personal no puede ser el resultado de una “lucha
interior” sino el de una madura actitud.
No podemos hacer de lo nuestro una prolongada e ininterrumpida lucha
contra nosotros mismos para superarnos dejando de ser quienes somos.
Si lográsemos destruir los defectos que poseemos no solamente
obtendríamos algo imposible sino que dejaríamos de ser quienes somos.
Si podemos y debemos potenciar nuestras cualidades para ser mejores
como seres humanos conservando nuestra originalidad.
Considero que el “hombre nuevo”, se ser íntimamente unido a la Pascua, no
es el que logra alguna transformación en su identidad sino que es aquel que
comienza a vivir conforme lo que es.
“Hombre nuevo” es aquel que logra aceptar su realidad y comienza a vivir,
positivamente, conforme ella.
Parecería algo muy elemental pero…….
No es muy fácil aceptarse.
El mundo competitivo en el que estamos inmersos nos lleva a establecer
comparaciones.
Siempre estamos encontrando a alguien que es mejor que nosotros y ello
puede despertar nuestra ansiedad.
Siempre estamos encontrando a alguien que es peor que nosotros y ello
puede motivar nuestro conformismo.
Pero no es correcto establecer comparaciones puesto que todos somos
diferentes.
Aceptarse es descubrir que somos necesarios.
Aceptarse es asumir que tenemos un aporte insustituible.
Aceptarse es comprometerse con los demás.
Aceptarse es poder descubrir lo mejor de nosotros y brindarlo
desinteresadamente.
Aceptarse es comenzar a potenciar virtudes para ser más útiles en nuestra
relación con los demás.
Pascua es comenzar a aceptarnos porque es comenzar a vivir.
Pascua es valorarnos en nuestra realidad.
Más tarde o más temprano llegamos a la convicción de que debemos
asumirnos en nuestra realidad.
Cuando nos aceptamos comenzamos a ser “hombres nuevos” porque
nosotros mismos.
De nada sirven todos nuestros intentos si los mismos no parten del aceptar
lo que somos.
Padre Martín Ponce de León SDB