MADRE DE MISERICORDIA
Una de las advocaciones marianas en la tradición
carmelitana es María como Madre de Misericordia . En
realidad se puede decir que no era solamente en el
Carmelo sino en toda la tradición de la Iglesia. La
misericordia ha sido una experiencia presente en todas
las épocas: la Biblia y la Tradición nos lo confirma a cada
paso. Y María, la Madre de Jesús es una imagen concreta
de esta misericordia. Por eso muchos cristianos, no solo
en el mundo católico, invocaban a la Madre de Jesús
como Madre de Misericordia. Y es que muchos creyentes
han encontrado en ella ayuda, consuelo, misericordia,
compasión, ternura, cariño, remedio a los males
materiales y espirituales, socorro en todas las
necesidades.
Hay tres textos del Nuevo Testamento que se han
ofrecido como sólido fundamento para esta devoción
mariana del pueblo de Dios. He aquí: el primero es Lucas
1,26-38, es la escena de la anunciación del ángel a María.
El segundo es Juan 19, 26 siguientes, es la escena de
María al pie de la cruz y el tercero es el relato de las
bodas de Caná, que aparece al comienzo de la actividad
pública de Jesús, Juan 2,1-12. De este modo María está
presente en los momentos más significativos de la vida de
Jesús. Sería muy provechoso leer estos textos para
comprender mejor lo que voy diciendo.
Sobre estas bases del Evangelio han nacido numerosas
oraciones, himnos, cantos, textos litúrgicos, un sinfín de
homilías y sermones, esculturas, cuadros e iglesias. La
piedad mariana ha tenido muchas traducciones a través
de la historia. La verdad es que el amor a la Madre de
Jesús ha sido muy creativo y fructífero.
La oración mariana más antigua que se conoce, que fue
compuesta hacia el año 300 y es muy conocida, dice así:
“Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos siempre de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita” .
Una de las oraciones más conocidas y recitadas por los
fieles es la Salve . En esta plegaria se dice de María que es
“Reina y Madre de misericordia” y también “vuelve a
nosotros esos tus ojos misericordiosos” . Dicen que esta
oración es del siglo XI. En las letanías se invoca a la Virgen
como “Madre de la divina gracia” , “salud de los
enfermos” , “consuelo de los afligidos” , “auxilio de los
cristianos” . Estas últimas plegarias proceden del siglo XII.
María era invocada como ayuda de todas las necesidades:
imprevisibles sucesos naturales, hambrunas, epidemias
de peste y granizo, remedio contra la guerra y como
protectora de los pueblos y ciudades.
Walter Kasper, un teólogo alemán, muy querido y leído
por el Papa Francisco afirma: “El gran padre de la Iglesia
Ireneo de Lyon acertó plenamente cuando ya en el siglo II
caracterizó a María como “desatadora de nudos”, es
decir, como la que desata el nudo atado por Eva. Así,
María se ha convertido para muchos cristianos en la
Desatadora de Nudos. Les ha ayudado a desatar los más
diversos nudos en su vida personal; nudos en las
relaciones interpersonales, nudos en la propia alma y,
sobre todo, nudos ocasionados por la involucración en el
pecado y la culpa”.
Las artes han plasmado la misericordia de la Madre del
Redentor de muy distintas formas. Imágenes a veces muy
milagrosas que han originado peregrinaciones y romerías.
La ternura de María acariciando al Niño con su mejilla ha
sido muy repetida por los artistas. No digamos nada de la
Piedad, la Madre del Señor sosteniendo al Hijo muerto
entre sus brazos. La más célebre es la cultura de Miguel
Ángel, que se encuentra en la Basílica de San Pedro en
Roma.
Muchas personas a través de la historia han reconocido
que la ternura y compasión de la Virgen se ha hecho
presente en su vida. El Evangelio de la ternura y la
misericordia ha sido una realidad muy concreta cuando
los fieles han acudido a la Madre de Dios. Por eso los
santuarios han sido muy frecuentados por los fieles, a
pesar de que nos sean muy creyentes. María ha roto
todos los muros y se ha instalado en las carreteras, en los
cruces de caminos y en las plazas. Siempre sembrando
misericordia.
Lucio del Burgo