ALGO MÁS QUE PALABRAS
PROPICIEMOS LA GRAN CUMBRE DE LAS VERDADES
(Por nuestra culpa hoy alguien ha llorado en el mundo)
============================
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
============================
Me gustaría que se avivara la gran cumbre de las verdades entre tantas reuniones de hipocresía.
Únicamente desde una realidad exacta podemos hablar de reconciliación. Indudablemente, para conciliar
relaciones tiene que darse un clima de armonía, un diálogo verdadero para confrontar posiciones, un
respeto por toda vida y, sobre todo, la disposición permanente de la mano tendida para evitar las
divisiones. Necesitamos más que persuadir, hermanarnos, sentirnos parte los unos de los otros, y para
ello, lo primordial es despojarnos de intereses mezquinos. La solidaridad tiene también que tomar un
lenguaje más auténtico. Somos cómplices de tantas miserias, de tantas opresiones, que cuesta poner orden
en un hábitat de falsedades. Ya está bien de dejarnos gobernar por la mentira. Tenemos que preservar la
verdad como lenguaje para sentirnos libres. Dejemos las apariencias a un lado y, aunque sólo sea por una
vez, propiciemos encuentros que no eclipsen a ningún ser humano. Todos nos merecemos la misma
consideración, idéntica dignidad, poder ser oídos y escuchados más allá de este materialismo dialéctico
que nos aprisiona.
En medio de este mundo confuso, adoctrinado por los poderes y adherido a su servilismo, hace
falta que otras voces nos despierten. Remitiendo una mirada al mundo actual, fácilmente se descubre un
lenguaje de ficción que nos deja sin verbo. El desprecio por el ser humano es tan descarado, que no
encontramos justificación alguna. Por eso, es de admirar a los sembradores de lo auténtico, que saben
comprender y serenar con sus nítidos abecedarios lo qué debemos hacer. En ocasiones, no es fácil
discernir el bien del mal en un ambiente iluminado por el rostro de la doblez. A diario tenemos cumbres,
realmente no cesan las reuniones al más alto nivel; sin embargo, pienso que nos falta dar respuestas de
amor a tanto desconsuelo. Es una obligación moral que hemos perdido. O nos la hemos quitado de
encima. En efecto, igual que gobernando el planeta hemos conformado un espacio de vida, a través de la
voluntad y el raciocinio, así realizando actos moralmente, afectivos y efectivos humanamente,
consolidaremos espacios mucho más habitables. Pero lejos de toda fingimiento, hemos de retornar a la
veracidad como horizonte a desarrollar, antes de que la especie humana quede sin continuidad en el
linaje.
Por desgracia, vivimos al arbitrio de lo ilusorio, lo que genera un clima de violencias
permanente. La ciudadanía como tal, cada ser humano por sí mismo, tiene la llave del cambio. Sólo hace
falta preservar la transmisión y la conservación de toda existencia, cultivar el bien y practicar la donación,
contemplar la belleza y recrearse con la verdad. No es fácil en el contexto de la cultura actual,
prevalentemente endiosada, expuesta continuamente a lo mediocre y a ignorar la dimensión espiritual del
corazón humano, y a su vocación por lo trascendente. Por consiguiente, es la hora de la acción, no de la
observación, tampoco de la espera, frente a una aguda crisis humanitaria que se ha globalizado. Sin duda,
nuestra gran foto para la historia humana sería esa cumbre por el encuentro con la verdad, en el que nadie
quedase excluido, y sólo así pudiese resplandecer la humanidad, percibiendo de este modo su significado
de fraternización y acogida. Tenemos que rescatarnos de tantas opiniones subjetivas, de tantos
adoctrinamientos sin sentido, apreciando el valor por la vida humana de cualquier cultura, raza o religión.
No se puede relativizar lo verdadero para la construcción de una genuina sociedad armonizada a
un desarrollo humano integral. A medida que acortamos las distancias hay que reforzar los sistemas que
velan por el diálogo y la concordia. Lo mismo pasa con la globalización de los suministros de alimentos,
resulta cada vez más evidente la necesidad de reforzar los sistemas que velan por la inocuidad de los
alimentos en todos los países, como bien indica la Organización Mundial de la Salud, aprovechando la
celebración de su Día Mundial (7 de abril). En igual medida, hemos de concebirnos como familia, y para
ello hemos de reeducarnos con menos fronteras y más unidad, con más integración y menos desunión,
con más interdependencia y menos soberbia. La globalización es la característica que identifica nuestra
época, de ahí la necesidad de favorecer ese intercambio de conocimientos, con el único horizonte de la
verdad como bandera. Nos hace falta, puesto que según un reciente informe sobre el desarrollo humano,
esta mal entendida globalización únicamente ha beneficiado a una quinta parte de la población
mundial, excluyendo la parte restante. Así no se puede continuar gobernando un planeta que es de todos y
de nadie en particular.
En consecuencia, en esa gran cumbre de verdades han de estar otros pensamientos, otras
conciencias más solidarias, otro espíritu de menos mercado y más corazón, otras finanzas al servicio de la
persona humana y de su bien colectivo. Para huir de todos estas inhumanidades que nos acorralan,
evidentemente hemos de superar la pasividad e implicarnos en nuevos foros para despertar las
conciencias. No podemos permanecer indiferentes ante el aluvión de injusticias que nos tragamos, o de
mentiras que nos venden los mismos gobiernos de turno. Tienen que dolernos los sufrimientos de
nuestros semejantes. Podíamos ser cualquiera de nosotros. El mar, la mar, se ha convertido en vía de
muerte para muchos; pero es que la tierra, sí la tierra, también se ha convertido en una nube de
desengaños, que son espinas para cualquier corazón humano.
A estas alturas, considero, que necesitamos escucharnos más, sólo así podremos cambiar estas
actitudes egoístas. En lugar de servir queremos ser poderosos, dominadores, aunque para ello activemos
una cadena de espinas que es una cadena de muerte para todos. Andamos tan desorientados que
cualquiera nos engaña. Hemos hipotecado tantas vidas humanas que necesitamos liberarnos de las manos
engañosas de los traficantes con urgencia. Ha llegado el momento de encarcelarlos, sí con la compasión
debida, pero hay que frenarlos, no se pueden aprovechar de la pobreza para hacer su propio negocio, su
fuente de lucro tiene que dejar de existir. Con la penuria de algunos no se mercadea. La especie humana
tiene que revelarse mal que nos pese.
Precisamente, en la literatura española hay una comedia de Lope de Vega que narra cómo los
habitantes de la ciudad de Fuente Ovejuna matan al Gobernador porque es un tirano, y lo hacen de tal
manera que no se sepa quién ha realizado la ejecuci￳n. Y cuando el juez del rey pregunta: “¿Quién ha
matado al Gobernador?”, todos responden: “Fuente Ovejuna, Se￱or”. Todos y ninguno. Ciertamente, hoy
nadie se siente responsable de nadie. Se ha impuesto la cultura de Pilato, la de lavarse las manos. Pues no,
hay una responsabilidad que debe fraternizarnos, de la que todos somos coparticipes en mayor o en menor
medida, ante esta siembra de incongruencias y mentiras, que ha de movilizarnos. Por tanto, con coraje
hemos de desterrar estos dramas nacidos del embuste, y ver que si alguien llora, tiene que ser auxiliado.
Muera la indiferencia y germine el entusiasmo del amor, para que la especie se embellezca por el vínculo
del amar sin condiciones, ni condicionantes. La VERDAD al poder y el AMOR como divisa. Sólo eso.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
5 de abril de 2015.-