Ante un pedazo de pan
P. Fernando Pascual
20-3-2015
Es sencillo y cotidiano. No brilla, no atrae. Queda solo, en la mesa, hasta que alguien lo coma o decida
tirarlo a la basura.
Así es un pedazo de pan. Está a nuestra disposición. Uno lo desprecia, porque está saciado o no le
gusta. Otro lo anhela, porque tiene hambre o simplemente porque sabe lo mucho que hay detrás de ese
mendrugo.
Sí: detrás de cada pedazo de pan hay semillas y espigas, tierra y viento, agua y sol, sudor y gavilla,
penas y alegrías.
Mientras las prisas ahogan corazones que ya no tienen tiempo para percibir la belleza de lo sencillo,
otros corazones miran con respeto ese pedazo de pan que alegra la mesa de las familias, que testimonia
la bondad de un Dios que bendice las cosechas.
Hay tesoros por descubrir detrás de ese simple mendrugo, de unas migajas que irán a la basura o darán
comida a gorriones siempre inquietos. Basta con abrir los ojos, como un niño, para descubrir que un
pedazo de pan nos habla de ternura, trabajo, vida y, sobre todo, de amor verdadero.