¿Está la felicidad en mis manos?
P. Fernando Pascual
7-3-2015
El deseo de la felicidad anida en cada corazón humano. Con errores o con aciertos, con momentos de
esperanza y en situaciones muy difíciles, hombres y mujeres buscan diariamente cómo ser felices.
En ocasiones surge una pregunta: ¿está la felicidad en mis manos? ¿Puedo controlar lo que me permite
alcanzarla? ¿O debo resignarme a la situación en la que me encuentro?
Nos damos cuenta de que existen muchos factores que no dependen de nosotros. Ninguno ha escogido
el lugar y el tiempo de su nacimiento, ni quiénes son sus padres y familiares. Ninguno controla su
propia genética, ni aspectos muy profundos de su psicología.
Además, una enorme cantidad de acontecimientos externos están casi totalmente fuera de mi control.
Porque no decidí lo que hizo un conductor despistado que chocó contra mi coche, ni acepté ser
engañado por un amigo que luego me dejó sin dinero y sin fama...
Ante tantos aspectos que están casi por completo fuera de control, uno pensaría que la felicidad no está
en sus manos, que depende de la suerte o de fuerzas misteriosas que dirigen la historia humana.
Reaparece así la vieja idea del destino de los griegos, o la moderna idea del determinismo genético o
sociológico, según el cual unos nacen “para la fortuna” mientras que otros están condenados al fracaso
y a las lágrimas...
Algo nos dice, sin embargo, que muchas cosas dependen de mí. Porque sé que puedo esforzarme por
ser más prudente y no dejarme engañar por quien finge falsas amistades. Porque además yo decido si
estudiar a fondo o ponerme a trabajar con entusiasmo en el nuevo empleo.
De todos modos, por más que me esfuerce siempre quedan dimensiones de la vida que escapan a mi
control y que abren espacios misteriosos al dolor y a la derrota. Aunque también existen hechos y
encuentros no esperados que permiten recuperar fuerzas y esperanzas para reemprender la lucha.
El tema es complejo. A un nivel simplemente humano, las dimensiones son muchas y difícilmente
controlables. A un nivel más profundo, podemos descubrir la presencia de un Dios en la historia
humana que añade a las “variables” un factor nuevo, imprevisible, entusiasmante.
Para un cristiano, ese factor se llama Pascua. Desde ella, es posible sonreír en medio de un fracaso
humano y tener esperanza en la cama de un hospital. Porque en las manos y el corazón de cada uno
está la posibilidad de abrirse a la acción de Dios, acoger su misericordia y caminar sostenidos por la
fuerza de una Cruz que salva...