UNA SIMPLE CHARLA
Muchas veces hemos conversado, Jesús.
Sobre algún tema o sobre alguna situación.
Hoy quisiera conversemos pero…. muy bien no sé la forma de realizarte el planteo.
Muy bien sé que lo tuyo ha sido en un contexto muy diferente al nuestro.
Tu tiempo y tu sociedad no poseen muchos puntos de contacto con nuestra realidad.
Vivías en un tiempo de ocupación con todo lo que ello significaba.
Por historia tu pueblo no era muy propenso a dejarse dominar.
La situación económica era bastante compleja.
Abundaban los impuestos y ello hacía que abundasen los pobres.
Pobres que deambulaban por las ciudades en busca de una lástima más que de una
solución.
La única solución era un cambio de situación total y ello no era bien visto por algunos.
Así como estaban quienes deseaban un cambio estaban quienes no deseaban cambio
alguno.
Estaban muy bien aferrados a su posición económica y a sus privilegios.
Los sueños mesiánicos surgían con frecuencia.
Cada uno de ellos había tenido un trágico final.
Era una sociedad tremendamente dividida.
Casi todos los intentos de cambio surgían desde el pueblo y no encontraba apoyo en las
clases dominantes.
Allí surgiste tú.
Tú no eras nada.
No pertenecías a la clase poderosa o religiosamente influyente.
No eras un alguien que contase con un respaldo económico importante como para ser
determinante en algún aspecto.
No eras un guerrero que pudiese contar con alguna cierta influencia en determinados
ámbitos.
No tenías el poderoso respaldo de algún grupo religioso.
Eras una persona común.
Tan común que eras uno más dentro del montón de gente que hacía a tu pueblo.
Ni siquiera tenías un oficio que te diese determinado prestigio.
El “carpintero” de tu tiempo era un oficio no muy bien considerado socialmente.
Allí surgiste con tu propuesta de cambio.
No eras un político.
No eras un sacerdote.
Nada te respaldaba en la creación de tu movimiento.
Comenzaste tu movimiento lejos de las ciudades importantes.
Estabas lejos de los centros de influencia.
Tus seguidores eran, en su gran mayoría, formadores de un cuadro nada atractivo.
Casi todos ellos andaban en otra sintonía que la tuya.
Con muy poca cultura, desarmados, mujeres y pordioseros.
Ese era tu equipo para realizar el gran cambio que pregonabas.
Un día te acercaste a la gran capital y todo se te complicó.
En el centro del poder eras un personaje nefasto.
El final previsible se apuró y……….. ya todos conocemos tu final.
¿Cómo una persona tan común como tú se lanzó a tan loca aventura?
¿Cómo alguien con tanto sentido común pudo lanzarse en pos de un sueño tan grande?
¿Cómo alguien que era nada pudo pensar en influir como para revertir la realidad
existente?
¿Algo falló en tus cálculos?
¿Lo tuyo era un proyecto a más allá de tu presencia?
Me resulta admirable que alguien en solitario sea capaz de tanta audacia.
Me resulta increíble hayas sido capaz de producir tanto revuelo.
Sin lugar a dudas eres un personaje muy especial y ello me fascina de vos.
Pero, también, hay cosas de vos que no llego a comprender desde mi mirada puramente
humana y desde mi hoy.
Muchas veces, al mirarte, me quedo sin palabras aunque tengo mucho para conversar
con vos.
Padre Martín Ponce de León