Gestos esperados que tanto ayudan
P. Fernando Pascual
7-3-2015
En las relaciones humanas hay momentos de fricción, de lucha, de puertas cerradas. La tensión
bloquea corazones y cierra caminos para el encuentro y la escucha.
En esos momentos desearíamos un gesto de apertura de la otra parte. Bastaría con un saludo, una
palabra benévola, un detalle de educación que dice tanto entre los seres humanos.
Esos gestos esperados, sin embargo, a veces no llegan. La tensión sigue en pie. ¿Cómo
restablecer puentes, cómo reconstruir armonías?
Es vano pretender continuamente que sea el otro quien dé el primer paso. ¿Por qué no me
aventuro a abrir puertas, por qué no intento ser el primero en ofrecer un gesto distendido?
En la familia y en el trabajo, en la parroquia y en un grupo de amigos, hace falta constructores
de paz, de alegría, de acogida. Cada uno puede hacer su parte. Incluso si el otro no responde, al
menos el gesto habrá sido puesto sobre la mesa.
Tal vez un día ese gesto abrirá un corazón y será posible un momento para la escucha. Se
aclararán malentendidos, se buscarán caminos de curación, se tenderán puentes entre quienes
compartimos una misma humanidad, una misma fe en Dios y, en ocasiones, una misma sangre.
¿Vale la pena el esfuerzo? Sí, porque en el camino de la vida resulta vital lograr la paz y el
perdón mutuo. Como pedía Cristo, “ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas
con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan
en la cárcel” ( Mt 5,25).
Hoy tenemos un día en nuestras manos. Tengo la ocasión de ofrecer gestos amistosos, llenos de
respeto y de cariño, a quienes los necesitan tanto como yo mismo.