ALGO MÁS QUE PALABRAS
EL FUTURO ESTÁ CON EL SER HUMANO
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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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A veces pienso que es la hora del ser humano y que debería haber una mayor protección jurídica
de la persona, por parte de la comunidad internacional, fuese mujer u hombre. Son tantas las promesas
incumplidas que deberíamos pasar a la acción. Por una parte, la marginación social es tan acusada y está
tan extendida, que hasta las piedras con ser piedras, en ocasiones son más blandas que el corazón de las
gentes. El valor de la compasión y de la ternura se ha devaluado cantidad, hasta el extremo que resulta
muy difícil integrar colectivos, que el propio sistema mundano excluye, y ya no digamos propiciar la
equidad de género, o aliviar la pobreza de la multitud de seres indefensos. Por otra parte, el aluvión de
violencias nos desborda, con una gran incidencia en la vida de los desamparados (mujeres, niños,
personas mayores…), que a menudo sufren más intensamente los efectos de las carencias de medios. A
esto hay que añadir, la poca o nula participación, de estas personas desabrigadas, en las responsabilidades
y beneficios del desarrollo de la propia especie humana. Además, también tenemos otra asignatura
pendiente, el hecho de la complementariedad de la mujer y del hombre, que no pasa de ser un mero
objetivo, a pesar de haber surgido al final del siglo XIX, en el mundo industrializado, el Día Internacional
de la Mujer (8 de marzo), como lucha en beneficio de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo. A
todos estos desajustes, hay que añadirle la nula política familiar, con remuneraciones del trabajo
insuficientes en muchos casos, para fundar y mantener vínculos estables.
La integración social en un mundo global no puede demorarse. Algo evidente. La sociedad, en su
conjunto, debería implementar oportunas medidas legislativas y de seguridad social, hacia esos colectivos
más vulnerables. Desde luego, son de desear políticas más directas y de cooperación a la vez. Quizás
debamos exigir, incluso a los medios de comunicación, establecer y observar normas éticas de conducta
para promover la dignidad del ser humano como tal. Ya está bien de imponer ideologías en lo que es algo
innato con la especie, como ha de ser el nivel de la decencia por encima del nivel del miedo. Por
desgracia, la coacción se ha adueñado de multitud de ciudadanos que no pueden ni respirar. Han dejado
de ser ellos, para convertirse en un producto sin alma; o bien de desecho, o bien de interés. Se confunde la
humanidad acostumbrándose a digerir los crímenes contra la dignidad humana como algo normal, cuando
debiera ser lo más horrendo de los infortunios. No se puede morir arrodillado cada día, uno tiene que
poder vivir de pie por si mismo, hacerse valer y ser el mayor valor del orbe. Si la mujer o el hombre no
están dispuestos a que se respete su exclusiva existencia, ¿dónde está su grandeza? Sin duda, el ser
humano necesita un cambio; pero, de igual modo, el linaje requiere de otra mentalidad más aperturista a
la diversidad. Podemos lograrlo, pero únicamente entre todos. Sin exclusiones. Ciertamente, el mundo
necesita la igualdad plena para que la humanidad avance. Ya lo sabemos. Ahora es menester asimilarlo en
todas las culturas para universalizarlo. El ejercicio es fundamental, al menos para que todos los seres
humanos puedan vivir con plenitud sin tener que arriesgar, o vender, su específica existencia.
Mi apuesta, por tanto, es bien clara. Hemos de retornar al ser humano, más que como ciudadano,
que también, como persona dotada de algo más que un estado físico que nos trasciende, ya que todos
llevamos consigo una innata capacidad de distinguir el bien del mal, la vulgaridad de la elegancia, los
buenos modos de los nefastos modales. Por desgracia, el ser humano corre el riesgo de ser reducido a un
mero engranaje de las finanzas, a un ser sin criterio, adoctrinado para el consumo, sin otro miramiento
que su utilidad. Así se descartan tantas personas con enfermedades terminales, se desprecian ancianos
abandonados, se arrinconan niños utilizados para morir o se asesinan antes de nacer. Esta crueldad,
creciente y progresiva, debiera hacernos recapacitar para tomar conciencia de lo que representa un ser
humano en nuestra propia historia como especie. Naturalmente, no podemos permanecer insensibles ante
realidades necias y absurdas, gestadas en parte por una mala comprensión de los derechos humanos, de
los derechos inalienables de todo mortal que han de ser respetados siempre, puesto que nadie puede ser
privado arbitrariamente de los mismos y, menos aún, en pro de intereses económicos.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
4 de marzo de 2015.-