REPENTINAMENTE
Una de las realidades que más llama mi atención es la capacidad que algunas personas
de saber.
Reciben una responsabilidad y, parecería, junto con ella reciben todo lo que hay que
saber sobre ella.
Repentinamente se vuelven expertos, avezados expertos, en lo que comenzarán a
desempeñar.
Recuerdo una oportunidad en que una persona se llegó hasta un determinado lugar.
Debía dirigirse a los presentes.
Una de las autoridades, con gran buena voluntad, se acercó hasta esa persona y le dijo:
“Me parece que no debe no tener presente en lo que vaya a decir ya que es la línea por
donde se camina en este lugar”
Continuaron hablando un poco más de la realidad del lugar, el que debía hablar era la
primera vez que allí se encontraba, y el que realizó la sugerencia se retiró.
Lejos de agradecer la sugerencia aquella persona dijo: “ᄀMe vino a decir a mí lo que
tengo que decir!”
Lejos de hablar de lo social habló a la audiencia como si fuesen niños que por primera
vez escuchaban hablar de lo que se les planteaba.
Era tan infantil lo que se estaba exponiendo que un grupo de personas se levantó y retiró
del lugar.
Luego, quienes se habían retirado, encararon a los organizadores del encuentro
haciéndoles saber de su incomodidad por el hecho de no haberle dicho al disertante que
no sería una charla para niños sino para adultos.
Al escuchar tal planteo no podía dejar de recordar el “ᄀMe vino a decir a mí lo que tengo
que decir!”
Ante la jubilación del portero le sugirieron a quien habría de asumir tal cargo un
tiempito de trabajo compartido para poder tener idea de lo que se esperaba de él y de la
realidad de lo que debía realizar.
“﾿Qué me puede enseñar él que yo no sepa?” fue la respuesta ante tal sugerencia.
Repentinamente sabía todo y…….. Si, sucedió lo que usted supone. No llegó a estar un
mes en el trabajo por disconformidad de sus empleadores.
Cuando nos integramos a una actividad no podemos ignorar que esa actividad no
comienza con nosotros.
Cuando nos integramos a una actividad se nos confía una mochila de historia que no
podemos ignorar.
Una historia que debemos saber leer y respetar.
Podremos no compartir algunos pasos de esa historia pero no podemos ignorarlos.
La historia no comienza, repentinamente, con nuestra presencia en una determinada
actividad.
Cuando nos creemos no estamos necesitados de ayuda para ser más útiles o cuando
ignoramos la historia de una actividad no hacemos otra cosa que mostrar nuestra
necedad.
En un determinado lugar un cura fue párroco por más de treinta años. Al fallecer un
curita joven se hizo cargo de la parroquia y me hacía llegar sus quejas porque, según él,
parecía que la gente no se había enterado que el cura anterior había fallecido porque lo
continuaban citando para las actividades.
Nunca logré hacerle asumir que no podía luchar en muy poco tiempo con alguien que
había dejado una vida en el lugar.
Padre Martín Ponce de León
Sin duda que la parroquia no comenzaba con este curita joven. Había una historia y
debía ser respetada.
Necesario es saber darse un tiempo para conocer y aprender.
Necesario es darse un tiempo para saber de esos seres que poseen una historia dentro de
una actividad para escucharles y respetarles como forma de agradecerles.
Esa sabiduría repentina que en oportunidades puede afectar a alguien no es otra cosa
que una manifestación falta de humildad y sentido común.
Humildad para reconocer que siempre estamos necesitados de aprender.
Sentido común que nos hace saber que siempre hay una historia que no podemos
ignorar
La “ciencia infusa” que nos llega repentinamente es……… debo tomar el tema con
pinzas puesto que muchos casos me dicen que no es tan así.