MEJOR SERÁ EL PROPIO CÓNYUGE, POR REGULAR QUE SEA, QUE UNO
AJENO, POR EXCELENTE QUE PUEDA PARECERNOS
Era un hombre sobresaltado porque llegaba a la entrevista con un poco de retraso, algo
más tarde de la hora fijada para la cita.
Educadamente se disculpó por la tardanza diciendo que venía del dentista y que, sin
darse cuenta, se le había pasado la hora.
Comentó que el dentista que le había tratado, que era buen hombre y buen profesional,
le había avisado que había que poner todos los medios posibles para salvar esa muela,
que estaba partida, empastada y endodonciada y conseguir no perderla.
Se lo justificó afirmándole:
Siempre es mejor un diente y una muela, propios que algo ajeno, un implante.
Las propias muelas tienen capacidad para reaccionar y con la encía, van amoldándose.
Sin embargo, los implantes, no. Los implantes son algo ajeno, y no reaccionan. Y como
conclusión, afirmó: siempre será mejor una muela y un diente propios, aunque estén
rotos, empastados y endodonciados siempre que sea posible salvarlos, que algo que nos
es ajeno .
El propio cliente me dijo: igual sucede con nuestro matrimonio. Será mejor el propio
cónyuge por regular que sea, que uno ajeno, por excelente que pudiera parecernos en
algún momento.