Un hombre y dos mujeres
P. Adolfo Güémez, L.C.
Hoy voy a contarles un suceso que sólo va a entender quien ame de verdad. Porque estoy
hablando de una historia de amor. No sólo de cualquier amor. Sino de un amor apasionado
hasta la muerte.
Y no es algo que ocurrió hace un siglo. De hecho es una historia que se sigue desarrollando
hoy. Es el testimonio de la relación entre un hombre y una mujer; o mejor, dos mujeres.
Todo inicia con la pareja formada por Ashley Bridges y Jonathan Caughey. En la primavera
del 2012, ella comenzó a sentir unos dolores en la rodilla. Los médicos inicialmente lo
descartaron como algo grave. Pero los dolores no paraban.
Un año y medio después, en el otoño del 2013, sus molestias la llevaron incluso a no poder
caminar y tuvo que ser internada urgentemente en el hospital. Fue entonces cuando le
dieron el diagnóstico final: tenía cáncer en los huesos. ¡Y muy agresivo! Se le llama
osteosarcoma.
Ashley tenía apenas 24 años. Y una vida llena de sueños y proyectos.
Se vio sometida a una operación para remplazarle la rodilla y gran parte del fémur. Los
planes médicos eran aplicar después de la operación varias sesiones de quimioterapia. Pero
la sorpresa de esta pareja fue mayúscula cuando recibió un segundo diagnóstico: llevaba 10
semanas de embarazo.
No hay que explicar la terrible coyuntura en la que se encontraron. Si decidían seguir con
las quimios, entonces perderían al bebé. Si decidían continuar con el embarazo, entonces
pondrían en riesgo la vida de la madre.
Para algunos la opción podría ser única: «¿Qué tiene de malo interrumpir el embarazo? ¿No
ha aclarado la ciencia que se trata tan sólo de un puñado de células?»
Pero más clara aún fue la decisión de Ashley y Jonathan: antes morir que matar a su propia
hija, porque «su vida era tan importante como la mía, si no es que más importante».
«No fue una opción para mí –confiesa la madre–. Sabía lo que yo tenía que hacer. Ella era
lo primero. No voy a matar a un bebé sano sólo porque yo esté enferma. No había nada en
ella que estuviese mal.»
Y continúa: «Como madre, mi deber consiste en proteger a mis hijos».
Algunos pueden pensar que estamos hablando de lo que hoy se ridiculiza como gente
“fanática” o “mocha”. Pero a decir verdad, no creo que sea así. De hecho, la pareja no
estaba ni siquiera casada. Y ya tenían un hijo de 6 años.
La noticia les llevó a tomar la decisión de contraer matrimonio. Porque si iban a luchar, lo
harían más unidos que nunca.
La primera batalla sería por la vida de su futura hija. La segunda para vencer el cáncer.
Cuando nació la bebé, de nombre Paisley, su mamá fue examinada otra vez.
Lamentablemente el diagnóstico fue fatal: le quedaban sólo 6 meses de vida.
Así que decidieron adelantar la boda para noviembre del 2014.
Hoy, confiesa, «es muy duro convivir con el dolor todo el día», pero en medio de tanta
penumbra, su hija «Paisley es el rayo de luz en medio de esta tormenta oscura».
No, no han bajado las manos. Pero son realistas y saben que cada minuto podría ser el
último.
En una entrevista a CNN , le preguntaron a ella cuál cree que sería su legado: «Quiero que
mis hijos sepan cuánto los amé y cuánto luche por ellos».
Así, pues, esta es una historia de amor verdadero. De ese tipo de amor que todos deseamos.
Porque sólo un amor dispuesto a todo, es un amor que vale la pena.
Para ver la entrevista completa visita https://www.youtube.com/watch?v=tvhtlomeRyA
www.padreadolfo.com