ALGO MÁS QUE PALABRAS
EL FACTOR HUMANO
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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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Está visto que el factor humano es decisivo para todo, también para impulsar una vida más
armónicamente sustentable e inclusiva. La adopción de modelos económicos orientados a la baja emisión
de carbono, así como un mayor respeto a los derechos de los trabajadores, han de contribuir a que el
escándalo de las disparidades hirientes sea menor, y por ende la miseria deshumanizadora se contenga. De
igual forma, urge poner fin a los muchos conflictos existentes, y para ello es menester lograr acuerdos
globales para un desarrollo sostenible. La moderación es vital para poder avanzar en el espíritu de la
armonía, en el abecedario del diálogo. También hay que hacer mucho más en la lucha contra la siembra
del terror. En muchos países perduran modelos culturales y normas sociales de comportamiento que son
más destructores de vida que constructores de existencias. El sufrimiento de inocentes cada día es mayor,
en parte por nuestro insensible y alocado estilo de vida. Cuando una sociedad se encamina
irrespetuosamente hacia la desvalorización del ser humano como tal, acaba por no encontrar la
motivación necesaria y tampoco la energía suficiente para atajar su propio absurdo. Por eso, conocer la
verdad de nuestros propios hechos históricos debe plantearnos un compromiso inédito y creativo,
ciertamente muy globalizador. Se trata de ahondar en nuestras propias raíces y de buscar, todos juntos, la
supervivencia y la continuidad de nuestra exclusiva especie.
Precisamente, la celebración en 2015 del Día Internacional de Conmemoración en Memoria de
las Víctimas del Holocausto (27 de enero), coincidente con el setenta aniversario del final de la Segunda
Guerra Mundial y la fundación de las Naciones Unidas, deben hacernos reflexionar sobre estos tiempos
convulsos y de incertidumbre que vivimos. En esta introversión hemos de estar toda la humanidad, puesto
que todos hemos de sentirnos responsables de todos, permaneciendo vigilantes frente a la intransigencia,
las ideologías extremistas, las tensiones comunitarias y ante cualquier discriminación de las minorías. De
una vez por todas, liberémonos de las atrocidades y unamos nuestras fuerzas por un mundo de igualdad,
dignificando a todas las personas. No podemos, ni debemos, permanecer indiferentes ante este mar de
dolores, o quedarnos sólo en el recuerdo, hemos de avivar, sobre todo desde los sistemas educativos, los
pilares de la tolerancia, el respeto hacia los demás y los derechos humanos. Ha llegado el momento de la
acción, el ser humano no se puede destruir asimismo, envenenado por el odio. Por desgracia, hay una
violencia persistente y radical que sigue ahí, con su afán destructor y su voraz pugna devastadora.
Obligatoriamente, la enseñanza del Holocausto debe hacernos ver, lo cruel que es el factor humano
cuando deja de combatir la intolerancia de algunos de sus moradores.
Por tanto, como vengo reafirmando desde siempre, tenemos que activar una mayor comprensión
entre los pueblos, las religiones y sus culturas. Además hemos de impulsar a los países para que
consoliden la democracia, la estabilidad y la promoción de sus ciudadanos en un estilo de vida más
acorde con el espíritu humanitario. Quizás tengamos que desenmascarar a los falsos líderes, y pasar a una
actitud más vinculante con el excluido. Se trata de poner fin a toda una cultura que margina, que rechaza
sin miramiento alguno, incapaz de construir un mundo más equitativo y hermanado, un orbe más de todos
para todos. La sociedad tiene que tener otro comportamiento menos intransigente hacia las personas
migrantes, hacia los refugiados, hacia aquellos que piden clemencia. Todos los pueblos del mundo han de
saber escuchar a los que relatan sus horrendas vivencias y, bajo la mano tendida siempre, ver que otro
hábitat puede ser posible, tan solo con la comprensión tendríamos parte del camino andado. El ser
humano puede rehacerse y renacerse, de igual modo, fraternizarse, transformar la ira y el dolor en
manantial de luz, de progreso y justicia, de sabiduría en definitiva.
En cualquier caso, el mal triunfa si el factor humano permanece impasible, se deja vencer por la
desesperanza y rehúye de la verdad. El hecho de que las Naciones Unidas tributen y rindan testimonio
sobre el horror, a mi juicio, es un argumento incuestionable para aprender y para inspirarse en acciones
conjuntas y urgentes. Por consiguiente, defender la veracidad, proponerla con humildad, pero también con
persuasión, testimoniarla en suma, me parece un buen impulso para el cambio. Por desdicha, aún no
hemos aprendido a amarnos como especie, sobre todo lo demás. Amar es querer siempre el bien y trabajar
junto a él por ese valor. Vale la pena el esfuerzo, sobre todo para que avance la historia de la familia
humana, la misma comunidad de los pueblos y naciones. Creerse dominadores y autosuficientes ha
inducido al ser humano a ser altanero, egoísta, y a pensar que la felicidad y la de los suyos, es lo
fundamental y lo demás accesorio. Pienso, en consecuencia, que es bueno recordar. ¿Cómo puede un ser
humano sentir tanto desprecio por una vida humana? Las actuales imágenes de tantos rehenes prisioneros,
secuestrados por Estados intransigentes, nos dejan sin palabras. Les recordamos a todos, pero no con
deseos de venganza o como un incentivo más al odio, sino para comprometernos aún más con la justicia.
Sólo un mundo ecuánime, equilibrado por sus ciudadanos, puede hacer parar tanto sufrimiento.
El dolor humano es tan extensivo y cruel en el panorama actual, que si en esos momentos de
tristeza nos mostramos cercanos, ayudamos a sobrellevar el sufrimiento mucho mejor. Naturalmente,
inmovilizar, contener a cualquier injusto agresor, es tan lícito como preciso. Ahora bien, debemos tener
memoria. Muchas veces, con este pretexto de paralizar al agresor injusto, las potencias se han adueñado
de pueblos y han hecho una genuina guerra de conquista. Evidentemente, un solo país no puede
determinar cómo detener a un indigno criminal en un orbe globalizado. Después de la Segunda Guerra
Mundial, surgió la idea de las Naciones Unidas: es allí donde se debe dilucidar, y al fin decidir. Fue en la
Carta de las Naciones Unidas y en la Declaración Universal de Derechos Humanos, donde se consagraron
los principios de los derechos humanos para todos los pueblos del mundo.
Y justamente este año, la conmoración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del
Holocausto, gira en torno al tema: "la libertad, la vida y el legado de los supervivientes del Holocausto",
lo que nos hace pensar en los muchos fracasos en la prevención de genocidios, pero también en los
muchos aciertos llevados a buen término para que las atrocidades sean cada vez menores. Efectivamente,
nunca más debería ninguna persona tener que soportar la consternación que simbolizó el Holocausto. Con
esta lección aprendida, sepamos, en efecto, que únicamente trabajando unidos podremos prevenir este
repelente y mundializado delito, aglutinador de actos perpetrados con la intención de destruir, total o
parcialmente, a un grupo humano, o a la misma especie, y poner término a la impunidad. Por otra parte, si
educamos a las nuevas generaciones acerca de este terrible episodio de nuestra historia, estoy convencido
que podremos ayudar a defender la dignidad humana de todos. Sin lugar a dudas, que sí. El factor
humano, es cierto que lo puede salvar todo (o casi todo), pero de la misma manera lo puede devastar
también todo (o casi todo). Alerta, pues.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
25 de enero de 2015.-