PARA LLEGAR A DIOS
Es una de nuestras razones de vida.
Es uno de nuestros objetivos como cristianos.
Se nos hace imposible vivir ajenos a ese desafío de poder llegar a Dios.
Desde el día de nuestro bautismo tenemos como vocación el lograr la
santidad que no es otra cosa que el hecho de poder llegar a Dios.
Es poder cerrar ese círculo que se abrió con nuestra vida.
Tenemos nuestro origen en Dios y hacia Él llegamos.
Para poder cumplir con esta realidad solamente tenemos un camino.
Un camino que no podemos inventar.
Un camino que no podemos construir conforme nuestro antojo
El único camino posible y transitable es vivir “al Dios de Jesús”
Jesús no nos enseña teología pero todo lo suyo nos habla de Dios.
Para llegar a Dios debemos hacer nuestro lo de Jesús.
Para poder acercarnos a Jesús debemos poder asumir la totalidad de la
persona que nos muestran los relatos evangélicos.
Se nos ense￱￳ de Dios y se nos dijo de Él con muchos “ísimos”
Jesús no nos habla de ninguno de esos “ ísimos” sino que nos dice de un
Padre.
Todo lo de Jesús es una referencia constante a la paternidad de Dios.
No se dirige a Dios utilizando las formas tradicionales que se utilizaban en
su tiempo.
Se dirige a Él llamándolo “Padre” y, con ello, modifica la visión de Dios que
se tenía.
Como Padre es cercano.
Tan cercano que debemos encontrarle en nuestra historia.
Tan cercano que no podemos apartarlo de lo que hace a lo nuestro de cada
momento.
Tan cercano que debemos buscarlo en “lo que hacemos por los más
peque￱os”
Pequeños no es una referencia a los de corta edad sino a los que poseen
más necesidades.
Allí es el lugar preferente de nuestro encuentro con Él.
El Dios de Jesús más que un ser al que se vive dentro de lo que podemos
llamar comúnmente como lo religioso es un ser al que se vive en nuestro
hacer para con los demás.
Allí nos habla y allí le decimos.
Esto implica, muchas veces, un cambio radical en nuestra concepción de lo
religioso.
Solemos considerar como religioso a todo aquello que, pleno de sagrado, no
se contamina con lo nuestro.
El Dios de Jesús es, en cambio, un alguien al que debemos buscar entre lo
nuestro y celebrar desde lo nuestro.
Como Padre es comprensivo.
Nos conoce profundamente, no porque lo sabe todo, sino porque desde
nosotros sabe lo nuestro.
Desde nosotros sabe de nuestra intencionalidad y es misericordioso para
con nuestros errores.
Desde nosotros sabe de nuestra intencionalidad y nos brinda constantes
nuevas oportunidades.
Los ritos, las celebraciones, las oraciones, lejos de apartarnos del quehacer
cotidianos nos deben servir para un actuar mejor y pleno de amor para con
los demás.
Como Padre siempre está dispuesto a perdonar.
No es que no reconozca nuestros errores o que los mismos no le importen.
Su amor por nosotros es tal que no duda en perdonar cada vez que
reconocemos nos hemos equivocado.
Su perdón nos incorpora a su proyecto y jamás nos divide o excluye.
Su perdón no llega como resultado de nuestras muchas explicaciones sino
que lo brinda desde su iniciativa.
Acercarnos al Dios de Jesús es aproximarnos a un ser que nos lleva a mirar
nuestras acciones con y para los demás.
Lejos de apartarnos nos compromete a una cercanía como la que Jesús
supo manifestar para con todos aquellos que se encontraban en la vera de
los caminos.
El Dios de Jesús requiere, en muchos casos, ver a Dios de una manera
distinta a lo que nos han enseñado.
Padre Martín Ponce de León