ALGO MÁS QUE PALABRAS
PARA ESCUCHAR LA MEJOR MÚSICA DE ÓRGANO,
COMO PARA VIVIR, TORRE DE JUAN ABAD
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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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A pesar de tantas experiencias de dolor que nos asedian por doquier rincón del camino, hay
lugares verdaderamente emblemáticos, donde a poco que penetremos con el alma nos reencontramos con
la poesía. Con demasiada asiduidad, portamos un corazón tan endurecido que precisamos volver a nuestra
propia intimidad a interrogarnos. Un lugar idóneo para ello, se ubica en el Señorío de Quevedo, en "su
aldea", en mi pueblo de adopción, y en el de todos aquellos ciudadanos que gusten de saborear los
silencios, los más níveos acordes, o los mismos abecedarios del viento, acompasados por el paisaje del sol
o el peinado de la luna. El paraíso del que hablo es un municipio de España, situado en el Campo de
Montiel, en plena Mancha, y que no es otro, que Torre de Juan Abad, para mí la Torre de mis añoranzas y
desvelos. Aconsejo que lo visiten en cualquier momento, y comprenderán que no exagero, pues hasta sus
moradores (Torreños) son personas de espíritu abierto, sencillas e ingeniosas, acogedoras porque saben lo
que es amar, y a la vez, imaginativas porque saben no sólo mirar, también saben ver con otros ojos el
perfume de nuestros diarios existenciales. Al fin y al cabo, la vida no es otra cosa más que un deseo de
vivir armónicamente.
Torre de Juan Abad también es reconocida y ensalzada por sus únicos y apoteósicos ciclos
internacionales de Órgano, todos ellos celebrados en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los
Olmos. Precisamente, acaban de editar un recopilatorio del pasado año (el XIII), una auténtica joya de
buen hacer y mejor decir a las alabanzas del Creador. Felicidades a sus organizadores y colaboradores.
Un trabajo espléndido de montaje y dirección a cargo de Manuel Carcelén Montes, con la grabación en
directo de Luis Manuel Ginés Guijarro y aportes fotográficos de José María Lozano y Carlos Villar.
También las históricas fotos son de un encanto increíble. Bajo la dirección del festival, Urbano Patón
Villareal, y todo el pueblo unido a los augustos muros del templo venerado, en donde convergen la piedad
y la admiración de los muchos visitantes que vienen a llenarse el espíritu de expresiones tan puras como
místicas, no en vano su histórico órgano está considerado entre los ocho mejores instrumentos europeos,
donde visiblemente se advierte el pulso de lo trascendente y donde se hallan incomparables expresiones
de genialidad, aquí, decimos, es natural que la música -la más espiritual de las bellas artes- aporte su
sosiego, su armonía, su gozo y hasta su misterio. Aquí, digo, en mi Torre amada, el alma se empapa de
quietud, y la llama del afecto es tan profunda, que uno siente llorarse por dentro de emoción. Todo el
mundo llega a ser una verdadera sinfonía, respetuosa con la diversidad de visitantes y autóctonos, a los
que les une las divinas armonías para expresar los sentimientos de gratuidad y gratitud. Desde luego, no
hay en otros sitio de España, lugar mejor para escuchar música de órgano, sobre todo para embellecerse
de vida.
Por sí mismo, este instrumento de Torre de Juan Abad, todo él original desde su construcción por
Gaspar de la Redonda en 1763, es una auténtica pieza de museo. A esto hay que sumarle sus
extraordinarios ciclos de conciertos, de una pureza artística que nos traspasa hasta llenarnos la mente de
un lenguaje casi celestial, elevándonos fuertemente a las cosas más altas, a Dios. Lo decía en uno de mis
versos: "En Torre de Juan abad el órgano no cesa de elevar/ sus plegarias al Creador, cuando no hay
manos para tocar,/ son las manos de Dios las que estremecen el corazón" . Hace bien el pueblo en hacer
resonar este hermoso culto por la estética del ritmo musical, por fomentar estos inmaculados conciertos,
por activar la gran variedad de timbres que tiene este singular instrumento, capaz de dar resonancia a
todos los ámbitos de nuestra propia existencia. Inevitablemente, escuchando el recopilatorio de
Conciertos 2014 me ha recordado, de algún modo, la inmensidad y la magnificencia de este pequeño
pueblo apiñado a los numerosos tubos y registros, tanto es así, que todos forman una unidad junto a Dios.
En todo caso, pienso que cuanto más nos dejemos transformar por este tipo de músicas y de hábitats,
tanto más seremos capaces de transformar también el mundo, irradiando la armonía con la que todos
soñamos. Nos hace falta.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
21 de enero de 2015