¿Vivo como nómada o como peregrino?
P. Fernando Pascual
17-1-2015
Una comparación sugestiva muestra las diferencias entre el nómada y el peregrino.
El nómada gira y gira, sin metas fijas. Se adapta, como mejor puede, a los lugares, al clima, a las
circunstancias. No fija morada en ningún lugar. Llega a un punto para luego reemprender la
marcha.
El peregrino también se mueve, camina, incluso a veces con giros y más giros. Pero tiene ante
sus ojos una meta, un lugar en donde espera establecerse. Sueña con una patria, en la medida de
lo posible, “definitiva”.
¿Cómo vivo, como nómada o como peregrino? ¿Voy de ocupación en ocupación sin una meta
fija, o escojo y decido según un objetivo que dé sentido a todos los esfuerzos?
El cristiano no vive como un nómada, girando sin metas, en caminos que se convierten en un fin
en sí mismos. El cristiano sabe de dónde viene y a dónde va.
Por eso es como el peregrino. Cada día avanza hacia una nueva tierra, hacia un nuevo cielo,
hacia la Jerusalén celeste (cf.
Ap
21). Tiene clara su esperanza, porque ha recibido un Amor
indestructible.
Para el bautizado, Cristo se ha convertido en el Camino. Su peregrinación tiene sentido, porque
le lleva a la Patria verdadera (cf.
Hb
11,14-16), al lugar donde nos espera Dios Padre con el Hijo
en el Espíritu...