EL AMOR DE LOS PADRES
PARTICIPACIÓN DEL AMOR DE DIOS
LA FAMILIA, ESCUELA DE AMOR
La familia ha de educar a sus hijos en el amor y a través
del amor. Comunidad de vida y amor, la familia ha de ser
una escuela constante y eficaz. El amor de los padres a sus
hijos tiene una importancia decisiva también como medio
para facilitar la educación. Es la pedagogía más completa.
Los padres deben querer a sus hijos y éstos tienen que
percibir que son amados. Amor, que se traduce en
dedicación diaria y sacrificada. No es simple amor humano.
Ni sólo caridad sobrenatural.
El amor de los padres a sus hijos es, a la vez,
contenido y camino para transmitir el amor. La familia
tiene como especial misión custodiar, revelar y trasmitir el
amor, como reflejo de Dios, que es amor. “La familia es el
ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y
recibir amor” (Benedicto XVI, 6-6-2005). La vida familiar es
la mejor escuela del amor gratuito.
Cuando los padres viven como verdaderos cristianos,
están poniendo el medio más eficaz para que el mensaje de
la fe sea recibido espontáneamente. La razón de esta
“espontaneidad” es el amor que todo hijo siente por sus
padres. La eficacia de este testimonio cercano y diario de
los propios padres hace de ellos verdaderos testigos y
artífices del nacimiento del sentido de Dios en sus hijos. La
vida de los padres, coherente con su fe, contrastada por los
hijos a diario y muy de cerca, irá despertando en éstos la fe
y el sentido de Dios.
El amor a los hijos es, a la vez, contenido y medio de
su educación. Es el contenido fundamental a transmitir,
pues el ser humano no puede vivir sin el amor. El amor del
padre y de la madre revela a sus hijos el rostro de Dios,
que es Padre, pero también es Madre. Se convierten en
signo legible de Dios, que es amor. Para que el amor sea
realmente eficaz en el proceso educativo en familia los hijos
han de percibir que son amados por sus padres gratuita y
generosamente.
EL AMOR DE LOS PADRES, PARTICIPACIÓN
DEL AMOR DE DIOS
“El amor de los padres es una participación singular en el
misterio de la vida y del amor de Dios” (Juan Pablo II, FC
29). Mediante el sacramento del matrimonio, “su amor
humano asume un valor infinito”, ya que hace presente el
amor de Dios Creador y Padre. El amor divino penetra en el
humano, dándole una dimensión nueva y desarrollándolo
hacia su plenitud. El amor entre el hombre y la mujer se
convierte en símbolo e imagen del amor de Dios hacia su
pueblo. Esta comunión entre Dios y los hombres se cumple
de modo definitivo en Cristo. El matrimonio cristiano es
símbolo real de la nueva y eterna Alianza. La misma
fidelidad e indisolubilidad del matrimonio es querida por
Dios, en cuanto participación del amor fiel de Dios al
hombre y de Cristo a su Iglesia.
“También en la generaci￳n de los hijos el matrimonio
refleja su modelo divino, el amor de Dios al hombre. En el
hombre y en la mujer, la paternidad y la maternidad, como
el cuerpo y como el amor, no se pueden reducir a lo
biológico: la vida sólo se da enteramente cuando
juntamente con el nacimiento se dan también el amor y el
sentido que permiten decir sí a esta vida” (Benedicto XVI,
6-6-2005).
En su realidad más profunda el amor es esencialmente
don. Hasta tal punto el amor es don que no se agota en los
esposos, sino que los capacita para dar el gran don de la
vida a sus hijos, que son la síntesis indestructible del padre
y de la madre. El Dios de la vida y del amor crea al ser
humano, hombre y mujer, a su imagen y semejanza. Los
crea por amor y los llama al amor. Esta vocación al amor
en el matrimonio está esencialmente unida al don de la
vida.
ETERNO ENGENDRAR DE DIOS
No sólo el amor del padre, también el de la madre, con sus
características propias, es participación y revelación del
amor de Dios. Podemos decir que el amor de Dios es
paternomaternal, porque se parece al amor del padre y al
de la madre. A través del amor del padre y de la madre se
hace presente y se revela el amor infinito de Dios. “Dios es
Padre, más aún, es madre” (Juan Pablo I, 10-9-1978).
En la Biblia el amor de Dios es presentado en muchos
momentos como el amor masculino del padre, pero a veces
también como el amor femenino de la madre. Este modo
antropol￳gico de hablar de Dios “indica también
indirectamente el misterio del eterno engendrar, que
pertenece a la vida íntima de Dios” (Juan Pablo II, Carta
sobre la dignidad de la mujer, 8). Es pues, el amor de los
esposos y padres revelación y reflejo no sólo del amor
creador de Dios, sino también de su vida íntima.
EL AMOR DE LOS PADRES REVELA EL AMOR DE
DIOS
En cierto sentido, la familia humana es icono de la
Trinidad por el amor interpersonal y por la fecundidad del
amor” (Benedicto XVI, 27-12-2009). La familia, en cuanto
participa del amor de Dios, uno y trino, tiene la misión de
revelar, comunicar y custodiar el amor, a través del amor
del padre y de la madre. “Ojalá que los hijos contemplen
más los momentos de armonía y afecto de los padres, que
no los de discordia o distanciamiento, pues el amor entre el
padre y la madre ofrece a los hijos una gran seguridad y les
ense￱a la belleza del amor fiel y duradero” (Benedicto XVI,
8-7-2006).
Los niños tienen que descubrir el amor de Dios, a
través del cariño de sus padres, que revela de modo
cercano el amor de Dios. Es una trascendental
responsabilidad, que reciben de Dios los esposos cuando
llegan a ser padres, pues “su amor paterno está llamado a
ser para los hijos el signo visible del amor de Dios, del que
viene toda paternidad” (Juan Pablo II, FC 14). Incluso la
imagen y semejanza del Dios-Amor es transmitida a sus
hijos por el hombre y la mujer, como esposos y padres. Los
padres son artífices del sentido de Dios en sus hijos.
EL AMOR DE LOS ESPOSOS Y EL AMOR DE
CRISTO A LA IGLESIA
El amor entre el hombre y la mujer, unidos por el
sacramento del matrimonio, participa del amor de Dios y
refleja como en un espejo el amor eternamente fiel de Dios
por su pueblo y de Cristo a la Iglesia. Existe una analogía y
semejanza entre el amor de los esposos y el de Cristo por
la Iglesia. “En el matrimonio y en el amor esponsal cristiano
se refleja el amor esponsal del Redentor por su Iglesia. El
amor del marido por la mujer es participación el amor de
Cristo por la Iglesia”. Es una “constataci￳n de fe” la
reciprocidad del amor esponsal de la Iglesia-Esposa y de
Cristo-Cabeza (Juan Pablo II, 18-12-1991).
El matrimonio es reflejo del amor esponsal de Cristo
por su Iglesia; pero además es signo eficaz de este amor,
porque es el Gran Sacramento. El matrimonio de los
bautizados se convierte en símbolo real de la Alianza
nueva y eterna. Esta es la razón de que el sacramento del
matrimonio, en cuanto memorial de este amor tan grande,
dé a los esposos la gracia de recordar, proclamar y vivir
ante sus hijos el gran amor de Dios. Es también
actualización de este amor, cuyas exigencias han de poner
por obra. La gracia del sacramento del matrimonio hace
que los esposos, como pareja, participen del amor creador
y salvador de Dios en Cristo. Viviendo la familia cristiana
este amor, Sacramento Grande, se constituye en “epifanía
de Dios, en manifestación de su amor gratuito y universal
y, en cuanto tal, es por sí misma, misionera, porque
anuncia con su estilo de vida que Dios es amor” (Juan Pablo
II, 5-1-1994).
MARIANO ESTEBAN CARO