EN TIERRAS LEJANAS
Una de las páginas más bellas de la Iglesia Española la han escrito
nuestros misioneros. Si hoy la Iglesia en América habla español,
en su inmensa mayoría, se debe a que nuestros misioneros en el
siglo XVI se lanzaron a la gran aventura que fue la evangelización
de América. No ha habido en la historia de la Iglesia una tarea
más gigantesca que la que realizaron los españoles en el
continente iberoamericano. Y estos misioneros pertenecían a las
Congregaciones Religiosas. Primero los franciscanos y dominicos,
después los mercedarios, jesuitas y carmelitas.
He tenido la ocasión de acercarme a la vida y las obras de estos
grandes aventureros religiosos. ¡Es admirable! Nuestros
misioneros dejaron su tierra, su familia, sus costumbres y se
lanzaron a llevar el Evangelio a lejanas tierras. La inmensa
mayoría no volvieron a ver a los suyos, dieron un adiós para
siempre a todo lo que más querían. Fueron un contado número
los que regresaron a España. Todavía hoy se pueden ver sus
obras. Ya decía San Juan Pablo II que la evangelización de
América era la obra misionera más impresionante que había
realizado la Iglesia en toda su historia.
He tenido la posibilidad de acercarme a la vida de alguno de
ellos. Me ha impresionado su fe, su valentía y cercanía a los
pueblos indígenas. Incluso llegaron a aprender sus lenguas
nativas para transmitir el Evangelio y hoy encontramos
catecismos de aquel tiempo escrito en diversas lenguas. Estos
religiosos misioneros se enfrentaron a los colonizadores que
únicamente pensaban en conquistar las tierras y en el
enriquecimiento.
No puedo silenciar el discurso de Montesinos, fraile dominico, en
la comunidad de Santo Domingo, en un domingo de adviento,
ante la presencia de los que representaban a la corona española,
en la misa mayor. Es un botón de muestra del carácter profético.
Hoy una gran estatua en el puerto de Santo Domingo (República
Dominicana) recuerda todos estos eventos. Dice así el sermón:
“Para daros a conocer estas verdades me he
subido aquí yo, que soy la voz de Cristo en el
desierto de esta isla. Y, por tanto, conviene que
con atención no cualquiera, sino con todo
vuestro corazón y con todos vuestros sentidos,
la oigáis; la cual voz os será la más nueva que
nunca oísteis, la más áspera y dura y
espantable y peligrosa que jamás no pensasteis
oír.
Esta voz os dice que todos estáis en pecado
mortal y en él vivís y morís por la crueldad y
tiranía que usáis con estas inocentes gentes.
Decid: ¿Con qué derecho y con qué justicia
tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a
estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho
tan detestables guerras a estas gentes, que
estaban en sus tierras mansas y pacíficas
donde tan infinitas de ellas, con muerte y
estragos nunca oídos habéis consumido?
¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin
darles de comer ni curarlos en sus
enfermedades en que, de los excesivos trabajos
que les dais, incurren y se os mueren y, por
mejor decir, los matáis por sacar y adquirir
oro cada día? Y ¿qué cuidado tenéis de quien
los adoctrine y que conozcan a su Dios y
creador, sean bautizados, oigan misa,
guarden las fiestas y domingos?
¿Éstos no son hombres? ¿No tienen ánimas
racionales? ¿No estáis obligados a amarlos
como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis?
¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta
profundidad de sueño tan letárgico
dormidos? Tened por cierto que en el estado
en que estáis no os podéis más salvar que los
que carecen y no quieren la fe de Jesucristo”.
La obra misionera de la Vida Consagrada ha continuado a través
de los siglos. Hay congregaciones religiosas que se dedican única
y exclusivamente a las misiones. La presencia de consagrados en
el Oriente y África merece destacarse en el momento actual. Ya
decía santa Teresa: “qué sería el mundo sin los religiosos”.
Lucio del Burgo OCD