La incansable frescura de la verdad
P. Fernando Pascual
6-12-2014
La verdad mantiene una frescura maravillosa, incluso ante quienes buscan herirla de muerte.
Porque quien declara que no hay verdades, o dice palabras vacías o cree al menos en una verdad.
Porque quien dice que no podemos conocer nada de nada, al menos piensa que es verdad eso
que dice, a no ser que quiera engañarnos. Así, casi sin quererlo, ya conoce algo...
Porque quien prefiere dejar de lado investigaciones difíciles para conseguir una vida más
tranquila y relajada, piensa que ese sería el camino mejor (más correcto, más verdadero) para ser
feliz.
Porque quien inventa teorías subjetivistas y relativistas, busca no sólo convencerse a sí mismo
de las nuevas propuestas, sino convencer a otros. Y sólo hay deseo de convencer si uno cree (sin
darse cuenta de su contradicción) que el subjetivismo y el relativismo son verdaderos.
La idea de la verdad resiste a todos los ataques. Incluso a uno de los más graves y perniciosos: el
de la mentira.
Porque la mentira también es posible sólo en cuanto negación, rechazo, desprecio de la verdad.
No hay mentiras donde no hay verdades, como no hay males si no existen bienes.
La verdad pervive siempre, en la compleja historia humana, con una tenacidad que sorprende,
con resurgimientos que destruyen mitos y que sacan a flote verdades que por un tiempo fueron
acalladas por los manipuladores y los sofistas de todos los tiempos.
Porque la verdad goza de una frescura y una vida indestructible. Es siempre joven y alegre,
como lo fue aquel Galileo, Jesús de Nazaret, que no dudó en declararse a Sí mismo como el
Camino, la Verdad y la Vida...