ESTEN PREVENIDOS
Tres veces a la semana compartimos la mesa con un grupo de gente.
Ello me implica, tres veces a la semana, realizar una tarea: abrir la casa
para que esa tarea pueda cumplirse-
Para mí es casi como un ritual.
Las llaves en el bolsillo del pantalón.
En una mano la bolsa con el pan que se utilizará en el almuerzo.
En la otra mano el termo y el mate para esperar la llegada de quienes
cocinarán ese día.
Dejé el termo, el mate y el pan, como últimamente lo hago, sobre una
mesa que se encuentra en el patio de la parroquia.
Abrí el portón y me dirigí a abrir la puerta del salón donde se encuentra la
cocina y el comedor.
Antes de entrar al salón tomé la bolsa con el pan y la coloqué sobre una de
las mesas que allí se encuentran.
Salía para tomar el termo y el mate cuando vi un alargue que se había
utilizado la noche anterior.
Tomé el alargue y lo colgué de uno de mis brazos.
Debía atravesar el patio para dejarlo. Luego lo guardaría.
Al pasar junto a la mesa me dije de llevar el termo y el mate.
Inmediatamente me respondí con un no vale la pena ya que con el cable
colgando de mi brazo no habría de tomar ningún mate.
Atravieso el patio, dejo el cable sobre una mesa y regreso.
Lo primero que noté fue que no estaba ni el termo ni el mate.
No precisé de nada para saber que me lo habían robado.
Yo que siempre estoy diciendo de no dejar algo “regalado” no había
cumplido y había permitido me robaran.
No podía quejarme ni protestar. Sé la realidad de la zona donde me
encuentro y me había descuidado.
Había pasado junto al termo y al mate y no había hecho caso a la voz que
me decía debía llevarlos y no presté atención a esa voz.
Debía “bancarme” el descuido.
Sé que no debo prejuzgar pero…… inmediatamente imaginé quien había
sido.
Una vez lo encontré robándonos torta de la heladera luego de un almuerzo.
En una oportunidad, junto con otro, había hurtado una bordeadora de un
coche estacionado dentro del patio parroquial.
En diversas oportunidades le había visto asomarse por el portón y
retirándose ni bien me veía.
Unos días después de la desaparición del termo y el mate me entero, por
diversas fuentes, que había sido él.
Por lo menos no había prejuzgado equivocadamente.
Alguien me dice que solicitan un determinado dinero por la bombilla.
Una tarde me dicen que me buscan y salgo a atender.
Dos j￳venes me esperaban en la vereda. Uno de ellos le dice al otro: “Hablá
vos”
“Cura, me dijeron que usted está buscando su bombilla”
“C￳mo la voy a estar buscando si sé que me la rob￳ él” y se￱alé al otro
joven.
No podía encontrar a nadie más responsable que yo por haber tenido ese
descuido.
Ese día la Palabra de Dios gritaba: “Estén prevenidos”
No es otra cosa que una invitación a realizar todo lo que no había cumplido
yo.
Es no descuidar lo que hace a nosotros.
Es cumplir con el “no dejar caer en la tentaci￳n”
Es ser bien conscientes de la realidad en la que estamos inmersos.
Es escuchar lo que la realidad nos sugiere en nuestro interior.
Es prestar atención a las pequeñas cosas que hacen a la realidad.
Es sentir que Dios nos habla desde lo que nos toca vivir.
Es saber que no podemos ser descuidados con lo que Dios pone en nuestras
manos.
Es no fomentar las equivocaciones de otros con las nuestras.
Es vivir con los ojos abiertos para no pasar malos momentos.
Es no permitir que otros cultiven la “cultura” del rastrillo.
Padre Martín Ponce de León