¿Quejarse o dar gracias?
P. Adolfo Güémez, L.C.
Vivir con una persona quejumbrosa es un verdadero infierno. A la persona quejosa no hay
nada que le satisfaga. A todo –¡absolutamente a todo!– le encuentra algo qué criticar. Jamás
está contenta con nada.
Una persona así engendra un ambiente pesado, denso, oscuro. Y termina por alejar a todos
de sí mismo. Su queja es como un empujón invisible a cualquiera que se le desee acercar.
«¿Cuántas veces al día te quejas y cuántas veces das gracias?», le preguntó el sicólogo a
una persona con depresión. «No sé, nunca las he contado –le respondió–. ¿Pero eso qué
tiene que ver con mi enfermedad?» «Mucho, porque para ser feliz es fundamental que el
número de veces que das gracias sea muchísimo mayor al de las que te quejas.»
Y es claro que en la vida, los actos buenos y atenciones que recibimos a diario superan con
mucho a las ofensas, los descuidos o los desprecios. Pero cuando actuamos en forma
egoísta, terminamos pensando que «me merezco mucho más de lo que tengo».
Considera lo siguiente. ¿Hace cuánto que no haces una lista de todas las cosas por las que
tendrías que estar agradecido? Es más, ¿la has hecho alguna vez? Te aseguro que es un
ejercicio muy gratificante, y que te ayudará a ser consciente de que eres una persona
privilegiada, a pesar de todo.
De hecho, de acuerdo con Chris Mooney, estudios sicológicos emprendidos desde el año
2000 han descubierto el profundo vínculo que existe entre la gratitud y una serie de
beneficios: tener mayor esperanza y optimismo en mi futuro, mejores herramientas para
superar el estrés, menos probabilidades de caer en depresión o en alguna adicción, mejor
sueño y tranquilidad, etc.
Y cita un estudio en el cual se asegura que el grado de agradecimiento que tenemos «puede
explicar mejor la satisfacción que experimentemos de la vida que otros factores como el
amor, perdón, inteligencia social y humor».
Dichas investigaciones también afirman que una persona agradecida genera vínculos de
confianza más fuertes y frecuentes que las personas que no lo son. Abre puertas que de otra
manera estarían cerradas, y genera apoyo de gente muy variada.
Mooney atestigua que la gratitud es un signo de un buen comportamiento a nivel moral;
característica que los demás son capaces de captar, y por ello los motiva a comportase
conmigo de manera adecuada. Del mismo modo, es un excelente medio para educar:
mostrarte agradecido con tus familiares los predispone a una mejor conducta.
Así que a partir de ahora no debes de dejar la gratitud para la simple espontaneidad. Has de
hacerla una manera de ser, una elección consciente, una disciplina.
Qué maravillosa oportunidad nos da precisamente la época que estamos comenzando. La
Navidad es un momento muy especial para dar gracias, y hemos de aprovecharla para eso.
Es un periodo donde todos regalamos y recibimos regalos.
Pero atención, lo que revela este estudio es que no basta un día, ni siquiera unas semanas,
sino que nuestra vida diaria tendría que ser un constante torrente de agradecimiento.
Motivos no nos faltan. Abre los ojos y mira a tu alrededor. A fin de cuentas, todo en la vida
es don. Porque como les preguntaba ya hace siglos san Pablo a los Corintios: «¿Qué tienes,
hombre que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te comportas como si no lo
hubieses recibido?» ( 1Cor 4, 7).
Agradezcamos a todos y por todo. Repitamos en cada rincón la palabra «gracias».
Gritémosla. Publiquémosla. Pongámosla de moda. Porque quien sabe agradecer, se hace
más digno de recibir.
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