ESPERANDO
El niño se mueve cada vez con más prisa.
Se mueve en el vientre de María que parece ya no tener mucho espacio
para él.
Los movimientos y el peso del niño hacen que María se mueva cada vez con
mayor pesadez.
Nos unimos a ella en esa espera.
Todo hace suponer que no será muy necesaria una prolongada espera.
Para ella la cuenta de las lunas dicen de proximidad y cercanía.
Para ella es una espera plena de actividad, vida y mañana.
Es mirar hacia delante y permitirse soñar.
Soñar futuro y momentos.
Soñar situaciones e ilusiones.
No es un tiempo para vivir encerrada en ella misma.
Es gastar momentos apurando detalles para esa espera llena de un mañana
cada vez más cercano.
Es apurar el tiempo para que nada sea imprevisto.
Es imaginar un rostro estallando en ojos chispeantes.
Es suponer sus manos pequeñas llenas de cosquillas que despertarán
hoyuelos en sus cachetes tiernos.
Es dejar volar la imaginación con esos pies que patean el vientre en golpes
desatadores de sueños andando con pasos primeros e inseguros.
No es una espera de brazos cruzados.
Es una espera colmada de actividades porque con vida.
No es una espera de mente en blanco.
Es una espera con realismo y pies sobre la tierra.
Sabe que su mañana es con la fragilidad de un niño cercano de parto en sus
brazos.
Sabe que su mañana es con los ojos bien abiertos para no perder detalles
de ese niño que crecerá con sus cuidados.
No es una espera desprovista de interrogantes.
Mil veces se pregunta sobre su capacidad maternal para poder cumplir con
todas las naturales demandas que el futuro hijo habrá de plantearle.
Muchas son las veces que se pregunta sobre su capacidad de poder estar
allí, con una presencia positiva, cuando su hijo la requiera.
Muchas veces su mente se vio ocupada con preguntas tales como: “¿Todo
saldrá bien durante el parto?” “¿Nacerá sano?” “¿Qué será?”
Es una espera donde el centro no es ella sino que es ese ser que ocupa su
vientre.
También nosotros nos involucramos en esta espera.
La nuestra no es la espera de una esperanza sino la irrupción de una
certeza.
La certeza de que ese ser que habrá de irrumpir culminará nuestras
esperanzas.
Por ello es que debe ser una espera cargada de actividad.
Esperamos preparándonos desde las pequeñas cosas que hacen a nuestros
días.
Esperamos y nos comprometemos con lo cotidiano.
Es allí donde le ayudaremos a crecer.
Es allí donde le habremos de ver, escuchar y acompañar.
Es allí donde tendremos la certeza de que está en y para nuestra historia.
Nuestra espera debe estar colmada de realismo, actualidad y pies sobre la
tierra.
Nuestra espera no debe perderse en buenas intenciones sino debe
empaparse de realismo.
Esperamos esa realidad que nos hace saber que Él está allí creciendo.
Esperarlo es buscarlo, sentirlo y aceptarlo.
Esperarlo es llenarnos del gozo de saberlo allí en una realidad o en alguien.
Esperarlo es dejarlo irrumpir en nuestra vida y contemplarlo.
Contemplarlo es rezarlo.
Rezarlo es hacerlo “nuestro” porque estableciendo relación con el proyecto
de Dios.
Rezarlo es comprometernos con él e intentar hacerlo intento de coherencia.
Rezarlo es esperarlo para, descubriéndolo, compartirlo desde lo que se es.
Padre Martín Ponce de León SDB