Lo mejor
P. Fernando Pascual
29-11-2014
Es mejor saber que ignorar. Es mejor gozar de salud que estar enfermo. Es mejor tener buenos amigos
que sufrir acosado por malos enemigos. Es mejor...
¿De dónde nace la idea de “mejor”? ¿Por qué continuamente comparamos entre dos posibilidades, dos
personas, dos objetos, y decimos que uno es mejor que el otro?
La respuesta no es fácil. En parte, porque no hay criterios iguales para todos a la hora de pensar en lo
mejor. En parte, porque lo mejor está unido, de modo inseparable, a su idea opuesta, lo peor. En parte,
porque muchas veces nos equivocamos: eso que parecía mejor resulta ser peor...
A pesar de tantas dificultades, no podemos dejar de buscar lo mejor en las mil opciones de la vida.
Queremos los mejores zapatos en lo que se refiere a comodidad, duración y limpieza. Queremos la
mejor comida, más balanceada, que promueva la salud y nos dé fuerzas para las actividades del día.
Queremos el mejor medio de transporte, seguro, barato y rápido.
También esos “mejores”, sin embargo, encierran niveles de riesgo. Porque esa buena comida mañana
me sentará mal. Porque ese tren tan rápido quedó estropeado en un túnel. Porque mi mejor amigo un
buen día morirá...
¿Es, entonces, ilusorio buscar siempre lo mejor? ¿Hay que rendirse ante los acontecimientos
imprevistos o los continuos cambios de temperaturas y de la salud? ¿Necesito resignarme a no
encontrar nunca un amigo que siempre esté allí para ayudar?
La verdad es que, en los mil caminos humanos, hay Alguien que supera en mucho cualquier deseo
bueno que pueda albergar en mi corazón inquieto. Sí: existe un Dios, que es Padre, que es Amigo, que
es Salvador.
Sólo cuando mi mirada y mi corazón descansen en Dios, como enseñaba san Agustín al inicio de sus
“Confesiones”, estaré seguro de haber encontrado lo mejor que cualquier ser humano pueda desear en
esta vida y en la eternidad.