ALGO MÁS QUE PALABRAS
PUÑALADAS EN LA SALUD
============================
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
============================
Tan importante como vivir pienso que es sentirse bien uno consigo mismo. Por desgracia, las
circunstancias, el mismo ambiente contaminante o las diversas formas de entender la vida, hemos de
reconocer que ayudan bien poco, por no decir nada, a ese completo bienestar físico, mental y social, que
propugna la mismísima Organización Mundial de la Salud. Realmente, uno tiene que gustarse y, para ello,
muchas veces hasta ha de comer y beber lo que no le gusta, hacer lo que no hace, y, por supuesto, ser
persona responsable con su cuerpo, que debe de agitarse en su justa medida, mientras la mente reposa lo
preciso. Todo lo inverso a lo que propicia la sociedad actual, más ensimismada en saciar apetencias sin
control alguno, que en establecer criterios educacionales de compromiso con una vida sana. Seguramente,
en el equilibrio está la virtud, para dar valor a todos los ceros de nuestra propia existencia; no en vano,
somos felices en la medida que tenemos robustez, fortaleza, energía en definitiva.
Efectivamente, si la forma física ha de cuidarse, no menos la salud mental, que nos aporta ese
equilibrio de estado emocional de una persona con su autoaceptación. Al fin y al cabo, uno tiene que
aceptarse para quererse, desde el autoconocimiento y el autoaprendizaje. Sin duda, lo primero que hemos
de aprender es a decir ¡no! a cualquier práctica nociva, que nos haga sentir mal. Tampoco el estrés nos
puede dominar a su antojo. Somos una sociedad estresada, que unido al poco ejercicio físico, acrecienta el
sobrepeso y la obesidad, lo que contribuye a sentirnos agobiados y cansados. Por cierto, un estudio
recientísimo publicado en la revista Lancet Oncology, reveló que un alto índice de masa corporal (IMC),
que mide la proporción de grasa en el cuerpo, dividiendo el peso de una persona en kilogramos por su
altura en metros al cuadrado, se ha convertido en un importante factor de riesgo de cáncer, especialmente
aquellos que afectan a las mujeres, como el cáncer de mama en la postmenopausia.
Si las investigaciones en salud son fundamentales para avanzar hacia la cobertura sanitaria
universal, no menos importante ha de ser el compromiso de todos los agentes sociales en mejorar nuestros
naturales estilos de vida. Aún queda mucho por hacer. Si realmente queremos un futuro libre de
enfermedades, debemos mantener la inversión, el compromiso y la innovación para alcanzar la meta. Por
ejemplo, hagamos camino al andar, y se me ocurre que sería bueno, que coincidiendo con el Día Mundial
de la Lucha contra el SIDA (1 de diciembre), se acelerasen los progresos, para poder así llegar a todas las
personas que carecen de acceso al tratamiento y a los servicios relativos al VIH. Igualmente, resulta
fundamental la información genética que cada individuo trae en sus genes, sobre todo para prevenir
enfermedades. Desde luego, si las buenas costumbres, como puede ser el hábito del ejercicio físico, y una
buena disposición hacia estilos de vida saludable (dietas equilibradas), son ingredientes fundamentales en
el compuesto de la salud de una persona, en otro polo se situarían los hábitos tóxicos, entre los que cabe
destacar el alcohol y el tabaco como una de las fuentes más perjudiciales.
A propósito, decía una escritora francesa, Françoise Sagan, que la felicidad para ella consistía en
gozar de buena salud, en dormir sin miedo y en despertarse sin angustia. Resulta así evidente que cada ser
humano necesita disciplina para ese equilibrio de hábitos saludables, no el placer de un instante, sino un
modo de vivir garante, que incluye también la renuncia a una ingesta incontrolada de productos tóxicos,
que nos los tomamos muchas veces como si fuesen agua. Para esta mentalidad mundana, que hasta llega a
envenenar el aire que respiramos y a construir botellódromos (espacios donde los jóvenes se reúnen para
beber) con el dinero de todos, la forma de vida saludable no pasa del papel, o de las meras buenas
intenciones, facilitando todo lo contrario a ese ansiado estado pleno, al que todo ser humano tiene
derecho, por su propia dignidad de persona. A diario se producen tantas puñaladas en la salud de la
sociedad humana, que habría que poner orden y concierto a la multitud de incoherencias, que desde las
mismas instituciones a veces se fabrican. Ciertamente, la vida carece de valor si no nos produce
complacencias. Entre éstas, la más meritoria es la sociedad que cuida al cuerpo como a la mente, suaviza
el temperamento de sus ciudadanos, alegra el ánimo de la gente y protege el estado de bienestar o de
salud para todos. En esto, como en todo, menos predicación y más implicación.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
26 de noviembre de 2014.-