Preguntas, libros y personas
P. Fernando Pascual
22-11-2014
El hombre pregunta porque tiene dudas, porque desea aprender, porque espera encontrar ayuda.
¿A quiénes dirigimos las preguntas? ¿Hacia un libro? Éste permanece en silencio, incapaz de mirarnos
a los ojos o de acoger seriamente nuestras dudas.
Así lo entendía Platón en uno de sus Diálogos, titulado “Fedro”. Hacia el final de esa obra, Sócrates
explica cómo la escritura encierra un extraño peligro. Por un lado, hace nacer la confianza de que uno
sabe más porque tiene a su alcance un texto que recoge contenidos interesantes. Por otro, ese texto no
es capaz de responder a quien formule preguntas para aclarar o confutar lo que allí está escrito. En eso
consiste uno de sus mayores límites.
La crítica de Platón a la escritura adquiere nuevos matices si nos asomamos al complejo mundo de
Internet. La gran red permite leer y, en muchas ocasiones, preguntar y recibir respuestas. El escrito
adquiere nueva vida, precisamente porque algunos autores siguen los pasos de sus textos y responden,
con mayor o menor tempestividad, a las preguntas de los lectores.
De todos modos, el contacto con un escrito mantiene en vela a millones de lectores que anhelan
encontrar, ayudados por un texto literario, filosófico, científico, religioso o de otro tipo, un camino para
acercarse a esa verdad tan deseada.
A pesar de la distancia y del pasar del tiempo, todo escrito recoge parte de la vida y de los
conocimientos de personas concretas. Aunque los lugares y los años separen al escritor del lector, a
través de un libro, un artículo o una página electrónica, podemos acceder a un mundo de reflexiones y
de datos ofrecidos por quien quiso compartirlos con la ayuda de una pluma o un teclado.
A lo largo de la marcha de la vida, miles de preguntas nos acucian. Desde lecturas bien escogidas, y
desde encuentros vivos con personas disponibles a la escucha, podremos avanzar hacia respuestas.
De este modo, entramos en ese maravilloso canal de comunicaciones que permite que algunas
verdades puedan pasar de un ser humano a otro, de palabra o por escrito. Evitaremos, así lo esperamos,
errores que dañan; y avanzaremos hacia un mejor conocimiento sobre Dios, sobre el mundo, sobre la
vida, sobre el bien y sobre la belleza.