Un corazón que descansa en Cristo
P. Fernando Pascual
1-11-2014
Ante los embates del mal, ante las dudas sembradas hábilmente por quienes han abandonado la verdad,
ante la mentira exaltada como opinión libre, ante la fuerza de las pasiones alimentadas por una
propaganda envenenada... ¿es posible resistir?
El corazón necesita encontrar un descanso, un punto de apoyo, un momento para recuperar fuerzas y
reemprender la lucha de cada día.
Ese descanso sólo lo encontramos en Cristo. Acudimos a Él como Maestro, Amigo, Redentor. Lo
buscamos en las mil oscuridades de la vida. Lo invocamos ante los embates del demonio, del mundo y
de la carne.
Necesitamos acudir a Cristo. Releer sus palabras claras y seguras en el Evangelio. Sentir su Presencia
continua en el Sagrario. Palpar su acción en el corazón de los santos de todos los tiempos. Acogerlo en
la vida diaria como tantos hombres y mujeres que escuchan su Mensaje y buscan vivirlo con audacia y
alegría.
Un corazón que descansa en Cristo no teme. Adquiere un valor y una fuerza inusitados. Aprende a
romper con el pecado, a denunciar la mentira, a servir a los más necesitados, a desapegarse de los
bienes materiales, a confiar en el Padre que dirige, misteriosamente, los hilos de la historia humana.
El mundo, cuando deja de mirar a Cristo, cuando renuncia al bien verdadero y a la justicia, cuando
olvida la gracia y busca simplemente consolaciones vacías de misericordia, avanza hacia su ruina y
daña a millones de seres humanos. Unos se hundirán como culpables que prefieren las tinieblas a la
luz. Otros sufrirán como víctimas inocentes.
Frente a ese mundo, Cristo vivo, Salvador, Maestro bueno, abre su Corazón, ofrece su mano herida,
rescata a quien reconoce sus pecados y suplica el don de la gracia.
Los humildes encuentran en Él misericordia, alivio y fortaleza. Con su ayuda, encienden esperanzas y
testimonian que Dios está vivo y desea consolar a cada uno de sus hijos.