Quejas y propuestas
P. Fernando Pascual
1-11-2014
Sí: es fácil quejarse, porque no hay nada perfecto en esta vida.
El jefe de trabajo llegó tarde y estuvo de mal humor. La niebla estropeó el día de paseo. El vecino de
arriba regó demasiado sus plantas y manchó nuestra ventana. La computadora se comporta
últimamente de modo extraño y no sabemos cómo solucionar sus nuevos problemas.
Surgen, entonces, quejas, quejas y más quejas. ¿No sería mejor vivir con una actitud más serena,
propositiva, realista y esperanza al mismo tiempo?
Porque si el jefe está de malas, de nada me sirve dejarme contagiar. Porque tras la niebla sigue el sol, y
tal vez nos libramos de esas quemaduras que dañan por días. Porque el vecino tiene, a pesar de todo, un
carácter simpático y sabe apreciar la belleza de las flores. Y porque la computadora, a pesar de sus
“achaques”, todavía ofrece óptimos servicios.
Por eso, ante lo que no podemos cambiar, vale la pena usar una buena dosis de paciencia. Y ante lo que
podemos cambiar, en vez de quejarnos empezaremos a pensar en maneras concretas para ayudar, para
ofrecer propuestas, para construir puentes de relaciones significativas y cordiales.
El mundo ya está demasiado lleno de quienes se quejan sin hacer casi nada. Hace falta una siembra de
corazones abiertos a la vida, con todos sus riesgos y bellezas, para construir horizontes de trabajo
positivo, para limpiar calles y paredes, para barrer las esquinas de la propia habitación, y para ofrecer
con tacto y, sobre todo, con cariño, un consejo a quien lo necesita.
¿Resulta difícil dejar las quejas para pasar a las propuestas? Ciertamente. Pero es con mucho lo mejor.
Basta con empezar desde ahora.
Entonces renunciaremos a palabras que dañan y no arreglan nada, y optaremos por acciones sencillas,
fáciles y más eficaces de lo que imaginamos. Sobre todo, rezaremos a Dios para que nos dé mucha
paciencia, y le pediremos luz y fuerzas para construir un mundo más hermoso, más solidario y más
bueno.