¿WhatsApp y los adolescentes?
P. Adolfo Güémez, L.C.
«La última vez que se conectó fue hace 5 minutos, pero yo le envié un mensaje hace 10.
¿Estará enojada conmigo?» ¿A quién no le ha pasado eso por la mente? El WhatsApp nos
ha acostumbrado a una comunicación ágil, inmediata y casi obligatoria.
La primera vez que lo vi, era apenas una aplicación más. Hoy ha transformado la manera en
que los seres humanos nos comunicamos.
Es cierto que antes existía el E-mail, los SMS, el Messenger, los Blackberry y su
prácticamente inexistente sistema BBM, etc. Pero es un hecho que hoy te quedas fuera de
muchas jugadas si no tienes “Whats…” Y esto incluidos muchas veces los niños y
adolescentes.
De hecho, en una estadística realizada en España, se asegura que el 76% de los niños de 11
a 14 años lo utiliza habitualmente.
El problema es que, como todo medio de comunicación, el WhatsApp también tiene sus
riesgos, algunos de los cuales han sido descritos por Patricia Núñez de Arenas, y que
retomo a continuación.
1. La inseguridad. Dado que no está considerado como una red social, no tiene una
normativa de seguridad similar a Facebook o Twitter. Y, sin embargo, es mucho más que
un servicio de SMS glorificado, dado que permite compartir todo tipo de contenido y hacer
toda clase de grupos.
2. La edad permitida. WhatsApp no exige ninguna edad. Basta con que lo instales y tengas
un número telefónico. Esto coloca a los menores de edad en una situación de vulnerabilidad
de la que los padres deben responsabilizarse.
3. El riesgo de la inmediatez. La reflexión no es algo característico de los primeros años de
vida. El adolescente es por naturaleza imprudente, impulsivo y acelerado, actúa sin pensar.
Si a esta tendencia le das un medio que, de por sí, no requiere reflexión previa, sino que
más bien exige respuestas inmediatas, se les coloca en una frontera peligrosa donde pueden
hacer algo de lo cual se arrepientan, sin poder hacer mucho para deshacerla.
4. La desinformación. Antes los papás sabían con quién hablaban sus hijos y qué
intercambiaban. Hoy día es imposible seguirles el ritmo, dada la gran cantidad de chats e
imágenes que manejan. Además, según Núñez de Arenas, «hay un gran nivel de
desinformación en cuanto al cómo funciona la compañía: si guarda copias de las
conversaciones, dónde se almacenan las imágenes e información que se envía y el nivel de
seguridad que utilizan con los usuarios».
5. Finalmente, la facilidad de acoso. Dado que en su perfil se puede fácilmente acceder a su
foto, teléfono y otros datos personales, esta aplicación hace que el acoso sea más fácil.
No estoy en contra de que los adolescentes –a partir de cierta edad– utilicen WhatsApp,
pero sí de su uso indiscriminado y sin criterio. Es decir, hay que enseñarles a pensar
correctamente en lo que mandan, así como a entender lo que reciben de tal manera que
puedan decidir qué hacer con ello.
Todo lo que escriban, podrá ser visto o compartido con cualquiera. Y, por lo tanto, con el
gran riesgo de que sea publicado fuera de las redes de sus amistades. Por eso hay que
ayudarles a reflexionar antes de actuar.
Por otro lado, hay que instruirles para que jamás sea utilizado como medio de bulling hacia
nadie.
Y, si eres de los que aún utilizan un teléfono de la época de Charles Chaplin, ¡ponte al día!
Solo conociendo lo que tus hijos usan, podrás enseñarles a utilizarlo correctamente.
No quiero terminar reconocer todos los maravillosos frutos que esta aplicación ha traído.
Ha acortado las distancias, unido a amigos lejanos, ahorrado tiempo, dinero y esfuerzo.
Además de también ser un excelente canal para transmitir mensajes positivos.
Ahí está el medio, lo importante ahora es darle un uso que nos ayude a crecer como
personas.
www.padreadolfo.com