Diplomacia desde la verdad
Juan Manuel del Río
Evangelio según san Mateo (22,15-21):
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para
comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios
conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente
sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me
tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta
inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios».
Leído este pasaje, a uno lo primero que se le ocurre es lo siguiente: De
san Pablo sabemos, por confesión propia, que estudió en la escuela de
Gamaliel. En cambio, de Cristo no sabemos que haya estudiado en escuela
alguna. La gente se preguntaba: ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder
para hacer milagros? (Mc 6, 1-6). ¿Dónde estudió el Señor? El evangelio no
dice nada al respecto. Pero sí dice lo que dice, que hablaba “con autoridad”. Y
vemos que sus respuestas dejaban k.o. a sus oponentes. Es decir, el hecho de
que no sepamos, porque el evangelio no lo dice, dónde estudió o si lo hizo, no
significa que no estudiara. Por el contrario, demuestra tener una preparación
espléndida. Y no vale el argumento facilón que a veces se esgrime: Es que lo
sabía todo porque era Dios… Aquí el argumento es otro: era Hombre. Y en
cuanto tal actuaba, lo muestra el evangelio.
Lo cierto es que demuestra tener un conocimiento de la psicología y
comportamiento humanos excepcional. En este caso se comporta con:
1- Aplomo diplomático y contundente
Cuando, una vez más, los fariseos quieren ponerle una trampa la pregunta
que le hacen es: ¿es licito pagar impuesto al César o no?
Si dice que sí, el pueblo se le puede echar encima. Es ponerse a favor de
los romanos, que son los invasores. Eran los que se llevaban el dinero, y el
pueblo estaba harto de ellos. Si dice que no, de inmediato le caen encima los
legionarios romanos, por revolucionario. Cristo emplea aquí un lenguaje
diplomático y contundente:
2- Hipócritas, ¿por qué me tentáis?
Cristo les hace frente, se encara, abierta y valientemente, con ellos. No se
anda con rodeos: ¡Hipócritas! Enseñadme la moneda del impuesto. ¿De quién
es esta cara y esta inscripción? ¿¡Ah, sí?! Con que del César… Pues dad al
César lo que es del César. Pero, ¡ojo…!, y a Dios lo que es de Dios.
3- Ser justos a pesar de las injusticias
También hoy, y sin la hipocresía de los fariseos, cabe hacerse
honradamente la misma pregunta, formulada así: ¿Pagamos a Hacienda, sí o
no? Antes de responder, vayan por delante dos matizaciones:
Primera. En la práctica vemos los abusos de poder, las injusticias que
tantas veces cometen los gobiernos exigiendo a los más débiles hasta el último
centavo, y haciendo la vista gorda con los que más tienen. Manga estrecha con
los pobres y manga ancha con los ricos. Flagrante injusticia. Según eso,
aparentemente al menos, lo lógico sería no pagar, al menos por parte de los
más débiles, como son los pobres. Tratar de liberarse en lo posible de la
voracidad discriminatoria de Hacienda.
Segunda matización: Y es importante. El texto griego emplea el verbo
apodídomi , que no significa exactamente dar , sino devolver . Lo cual viene a
significar: “devolved a Dios el honor que le estáis quitando, y al César el dinero
con el que los romanos os permiten ejercer vuestros cultos religiosos y
privilegios”. Con lo cual, y en resumidas cuentas, Cristo nos está diciendo que:
4- Hay que ser honrados
Siendo esta la conclusión a la que nos lleva el texto de Mateo, la respuesta
a la pregunta de si hay que pagar a Hacienda, es obvia: claro que hay que
pagar los impuestos cívicos. Por supuesto. Y con honradez.
Honradez…, virtud difícil de practicar, pero que abarca e incumbe por igual
a los de arriba y a los de abajo. Por consiguiente: ni privilegios, ni privilegiados,
ni aprovechamiento por parte de nadie.
5- A Dios lo que es de Dios
Pero siendo la honradez virtud escasa, como decimos, es concluyente que
si no hubiera un control de impuestos, muchos optarían por escabullir el bulto.
No pagarían los impuestos. Así es la condición humana, tendiente al egoísmo y
a la avaricia.
Y finalmente, convendría agregar una última reflexión: Es posible que una
vez satisfechas las cuentas con Hacienda nos quedemos tan felices. Hemos
sido honrados, hemos cumplido, y hemos cumplido bien. No hay peligro de que
nos caigan encima los agentes. Podemos dormir a pierna suelta, como se dice
vulgarmente. Vale.
Ah, pero… ¿hemos cumplido también con Dios? Porque el ser humano
tiene unas necesidades, derechos y obligaciones no sólo a nivel humano. Está
también el aspecto sobrenatural. Donde también tiene necesidades, derechos y
obligaciones para con Dios.
Si también hemos cumplido con Dios, ahora sí podemos disfrutar de un
descanso benefactor.